Una Real de cine

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Nunca la Real debe dejar de ser el mejor equipo de fútbol del mundo. Aunque nadie lo sepa.
Aunque nadie lo note (Elías Querejeta, El espíritu de Atocha)

En la presentación de este blog, recordaba que en 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. Ochenta años después, la Real seguía dando pruebas de que se puede amar el fútbol y los colores de un equipo sin descuidar el alma.

Frente a la casa familiar de Elías Querejeta (Hernani, 1934) estaba Txantxilla, el campo del Hernani. Allí empezó a dar patadas a un balón, jugando con la cuadrilla. Un buen día, su tío Paco, le llevó a Atotxa y quedó tan impactado que al volver de aquel partido dijo que quería ser de la Real y jugar como Chipía. Su corazón se hizo txuriurdin para siempre.

El joven Querejeta galopaba desde niño sobre la arena mojada. Fue tres veces campeón en la playa de la Concha con el Txinparta. Que era diferente a toda la chavalería –asegura Petón*1– asomaba al primer golpe de ojo, y no había más que bajar a la playa para notarlo. Su picaresca llamaba la atención del paseante avisado más que del habitual seguidor de los partidos en marea baja. A los primeros, con palco en el estadio de Atotxa, pertenecía el abuelo de los Querejeta que acababa de ver al rubio desde el pretil del Paseo. “He visto a uno rubio que lo borda, un diablo flaco, listo, pequeñín…, podía con todos, va a ser futbolista fijo.” ¿Rubio, flaco, listo, pequeñín? Ese era Elías, su nieto.

También jugaba con el equipo de las Carmelitas en Andoain. “Íbamos a todas partes con la bici o en tren –recuerda su hermano Juan Ignacio– y así llegó a jugar tres partidos diferentes el mismo día. Uno en Hernani, otro en Donosti y un tercero en Andoain”.

Pero además de la afición por el fútbol, Elías había conocido otra, capaz de competir con el encanto del balón. “Igual que un día nos trajo un mono, mi padre apareció otro día con un proyector Pathé Baby. Subimos al piso de arriba, colocó con chinchetas una sábana en la pared y así descubrimos el cine”, continúa el hermano de Elías. El cine le enganchó de tal manera que ya con 15 y 16 años organizó, junto a su gran amigo Antxon Eceiza, el primer cine-club de Donosti.

El chaval, como había querido desde pequeño, terminó jugando en la Real… como Chipía. El 29 de marzo de 1953, la Real Sociedad jugaba en Atotxa contra el Stade de Reims. Ganó 2-1 a los franceses y, como se puede leer en La Voz de España, “gustó sobremanera el fútbol del juvenil Querejeta”, que debutaba en el equipo con 18 años. “El blonde es un jugador magnífico, con clase y con soltura de balón”, afirmó Marché, el entrenador del Stade de Reims. Una semana después, en el mismo escenario y frente al Sporting de Gijón, se ponía por primera vez la camiseta txuriurdin en Primera División. No deja de ser una curiosa coincidencia que la primera edición del Festival de Cine de San Sebastián arrancara solo seis meses después, el 21 de septiembre de 1953.

Se desenvolvía por el flanco izquierdo, regateaba, buscaba al adversario y le escondía el balón para enseñárselo luego, una vez superado. Su paso por Atotxa no duró más que cuatro temporadas, de la 1952-53 a la 1957-58, el tiempo suficiente para dejar el recuerdo de un jugador fino y técnico, hábil y rápido. Mientras jugaba, estudió Químicas y Derecho, hizo la mili, y no se olvidó del cine. De hecho, parte de lo que ganaba como futbolista de la Real lo destinaba a que su amigo Antxon Eceiza, compañero de juego en las marismas de Amara, estudiara en la Escuela de Cine de Madrid, a cambio de compartir materiales, apuntes y los conocimientos que iba adquiriendo.

Elías Querejeta agachado, junto al portero

Firmó 6 goles en 41 partidos. No son muchos, pero fueron escogidos. Le marcó al Barcelona de Kubala, haciéndole un ‘siete’ a Ramallets; y al Real Madrid de Di Stéfano y Gento. Un solitario gol que dio el triunfo a la Real y que le gustaba recordar siempre que se le presentaba la ocasión. ¡Era su ópera prima! Elías Querejeta parecía imaginar que corría por la playa. Fue driblando madridistas, uno, dos, hasta cuatro [Zarraga, Navarro, Atienza, Marquitos]; llegó al área pequeña por el costado izquierdo y encaró al portero blanco, Juanito Alonso, que era de Hondarribi y también había jugado en la playa, así que podía estar pensando lo mismo que él y taparle el hueco. Decidió arriesgar, amagó el disparo y Juanito dejó un resquicio por el que, despacito despacito, frenado por el barro, colocado con el exterior del pie derecho, el balón entró llorando, tocó el poste y se quedó dormido en el lado contrario.

Fue en Atotxa, el 9 de octubre de 1955, en la portería del Mercado de Frutas. Como relató El Mundo Deportivo, “una enorme explosión de entusiasmo estalló en los graderíos, con agitar de pañuelos, mientras Querejeta era estrujado por sus compañeros”. Que detrás de la jugada había un artista lo supo en seguida la Saeta Rubia del Madrid, que le esperaba en el centro del campo para reanudar el juego: “¡vaya gol, pibe!”, le dijo Di Stéfano. Aquella victoria tuvo mucha trascendencia porque la Real nunca ganaba al Real Madrid. Podía salir un partido buenísimo, igualado, pero, al final, siempre ganaba el Madrid.

Alberto Machimbarrena le dijo entonces: “Elías, deja esas cosas que se te han ocurrido. No hagas nada en tu vida, porque nunca harás nada mejor”. Pero al ‘diminuto’, como le llamaban sus compañeros, cada vez se le hacía más cuesta arriba la vida del futbolista de élite y, como todos sabían, su devoción por el cine le palpitaba con fuerza debajo del escudo. Ya tenía otros sueños distintos, alentados por Eduardo Chillida, que trabajaba en su estudio cerca de Hernani y que coincidía con Elías Querejeta en el tranvía de San Sebastián: “Elías, Elías, deja pronto esto, que tú tienes otras cosas que hacer –le decía–. Si yo no me hubiera partido la rodilla seguro que todavía seguiría jugando al fútbol”.

En una entrevista que publicó El Diario Vasco al poco de dejar la Real Sociedad, Elías Querejeta dijo: “Mira, yo siento el fútbol y me gusta como al que más. Es, sin duda, el deporte de equipo mejor concebido y reglamentado. El más bello y emocionante. Pero llega un momento en que uno, y ese uno soy yo, descubre mayores aspiraciones que son incompatibles con el fútbol. Para rendir al máximo todos los domingos, es decir, para cumplir honradamente con las obligaciones que el futbolista contrae hoy con su club, con su equipo, con su público, se ha de ser un auténtico esclavo. Y no me refiero ya a las diarias horas de entrenamiento, sino también a todas las restantes del día, en las que, digamos, espiritual y materialmente, tienes que estar ligado a los intereses del club”… “Yo no creo que el fútbol, la práctica del fútbol, pueda llenar la vida toda de un hombre. Hay otras cosas más importantes. Otras inquietudes de un orden superior que no se pueden servir desde las filas de un equipo de fútbol”… “Desde los diecinueve años me interesé enormemente por el cine. Y conforme ha ido pasando el tiempo se completó esta decidida vocación, que ya no estoy dispuesto a desatender. Hacer cine o jugar al fútbol… esa es la cuestión”.

Con 24 años decide abandonar el fútbol para dedicarse a su gran pasión y con su mujer, Maiki, se traslada a Madrid. Pasan momentos difíciles y está a punto de fichar por el Atlético de Madrid. Helenio Herrera, que anotaba comentarios sobre los jugadores que le habían llamado la atención, había escrito en sus notas sobre Elías: “Extraordinaria capacidad para jugar al fútbol. No hará nada porque tiene demasiadas cosas en la cabeza”. A pesar de ello, le llamaron para que se pasara por un entrenamiento, porque querían verle. Pero el cine volvió a cruzarse en su vida y esta vez para siempre. Contratado por la productora Uninci*2, definitivamente cambió las botas por el celuloide, iniciando una brillantísima carrera en el mundo del cine, primero como guionista y director y después como productor de buena parte de las mejores películas españolas.

Llegado el momento de compartir sus ilusiones cinematográficas con Antxon Eceiza, pronto llegan a la conclusión de que si quieren dirigir una película van a tener que producirla ellos mismos. Es así como surge la idea de constituir Laponia Films, una productora de cine cuyos accionistas son los jugadores de la Real Sociedad y el empresario donostiarra Xabier Iriondo, “un amigo nuestro –recuerda Eceiza– de la época del bachillerato y de Derecho, que ganaba mucho dinero con una tienda de cafés muy conocida todavía hoy en Donosti, ‘La casa del café’. La constituimos con un capital de 5.000 pesetas que nos dio Iriondo”.

Fundada ya, o todavía en trámite, los jugadores de la Real Sociedad, persuadidos por Elías Querejeta, aportaron las 200.000 pesetas que, aproximadamente, costó A través de San Sebastián, ¡su ópera prima!, cuyo rodaje comenzó el 15 de agosto de 1960, día grande para los donostiarras. Como Laponia no disponía todavía de los permisos necesarios para producir una película, Uninci puso la marca de la empresa.

Cada jugador aportó alrededor de 75.000 pesetas, consiguiendo así un capital social de 1.100.000 pesetas aproximadamente. “Las reuniones del consejo de administración se hacían en el estadio Santiago Bernabéu cuando el equipo donostiarra se enfrentaba al Real Madrid. El secretario del consejo era José Ramón Rekalde, futuro Consejero socialista del Gobierno Vasco”.

Entretanto, Luis Buñuel había regresado a España de su exilio mexicano para rodar Viridiana, película que iba a financiar el productor mexicano Gustavo Alatriste, marido de la actriz Silvia Pinal, que estaba empeñada en trabajar con Buñuel. Por asuntos económicos se decidió que, finalmente, la producción fuera española, y Alatriste se asoció con Ricardo Muñoz, productor de Uninci. En su nombre Domingo Dominguín ofreció a Querejeta poner parte del dinero. Participar en el proyecto de un director del prestigio de Buñuel era una gran oportunidad, así que el consejo dio su aprobación y pusieron el capital íntegro en su financiación.

Pero para que Laponia Films pudiera colaborar con Uninci en la producción de Viridiana hacía falta dar el paso de registrar la marca definitivamente. Así se hizo. Su forma jurídica fue de Sociedad Limitada y tenía su domicilio en Ferraz 12, es decir, en la nueva oficina ‘taurina’ de Uninci. La sociedad, según la única inscripción en el Registro Mercantil de Madrid en agosto de 1961, se había constituido en San Sebastián, ante notario, el 4 de mayo de ese mismo año”.

“(…), Sociedad Mercantil española de Responsabilidad Limitada, con domicilio en Madrid, en la calle Ferraz, número 12 y que ha sido constituida por: D. Miguel Azcárate Yceta (…), futbolista y vecino de San Sebastián (…); D. Ramon Aznar Cámara (…) futbolista y vecino de Rentería (…); D. Ignacio Echarri Isasti (…) futbolista (…); D. Antonio Elizondo Mendiola (…) futbolista (…); D. José Fernández Pérez [Peporro] (…) futbolista (…); D. José Gabiola Altuna (…) futbolista (…); D. José Mari Galardi Arzac (…) futbolista (…); D. Félix Iribarren Teré (…) industrial y vecino de Campanas (Navarra) (…); D. José Antonio Irulegui Garmendia (…) futbolista (…); D. Miguel María Echavarren Irigoyen (…) médico (…); D. Ignacio Alquiza Lasquíbar (…) futbolista (…); D. José María Gallastegui Alustiza (…) futbolista (…); D. Jesús María Isasa Martínez (…) Gestor administrativo (…); D. Elías Querejeta Gárate, Director de Cine y de esta vecindad (…); D. Ignacio Goicoechea Oyarzábal (…) comerciante (…), y D. Elías Querejeta interviene, además, en representación de D. Antonio Eceiza Sansinenea, mayor de edad (…) español, director de cine y de esta vecindad (…)”*3

Cuando el secretario del consejo leía los nombres en las reuniones: “Reunidos los socios… “, le salía una alineación de la Real.

El rodaje comenzó en la primera semana de febrero de 1961 y tuvo que sortear muchos problemas por culpa de la censura. Sin embargo, fue invitada oficialmente a competir en el Festival de Cannes de aquel mismo año. Así que, una vez terminada se decidió sacar de España una copia con la versión definitiva, que ninguna autoridad había visto. Y se hizo de una manera rocambolesca. Juan Luis, el hijo mayor de Buñuel, viajó en tren con los rollos de la película hasta Barcelona. Para pasar la frontera sin que incautaran la película, la camuflaron entre los capotes y los trastos de matar en el coche de cuadrillas del torero Pedrés. Así, custodiada por tres banderilleros, dos picadores y un mozo de espadas, Viridiana cruzó la frontera y llegó de noche a Lunel, fin del trayecto de los toreros; a tiempo para estrenarla el último día del festival.

Que nadie viese la película acabada antes de su proyección en Cannes fue un milagro, de esos en los que el ateo Buñuel no creía. Pero cuando por fin se pudo ver tuvo una acogida excepcional y, al final, una ovación clamorosa. El palmarés estaba prácticamente decidido, pero el jurado volvió a reunirse para darle a Viridiana la Palma de Oro, ex aequo con la francesa Une aussi longue absence de Henri Colpi. Premio que ninguna otra película española ha conseguido hasta hoy.

Con aquella película, que los jugadores de la Real habían contribuido a financiar, Luis Buñuel metió un gol al franquismo y sus censores. El público de Cannes aplaudió a rabiar, como cuando Elías Querejeta marcó el suyo al Madrid. Pero no sirvió para ganar. Inmediatamente L’Osservatore Romano, el periódico oficial del Vaticano, declaró a Viridiana blasfema. El cabreo de la iglesia católica española fue tan sonado como previsible, la censura la prohibió y el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, ordenó la destrucción de todas las copias.

A pesar del premio, la película no se pudo proyectar oficialmente en España hasta 1977, dieciséis años después, cuando el dictador llevaba casi dos en el Valle de los Caídos. Aunque la experiencia pudo resultar enriquecedora, como dijo Elías Querejeta pasado el tiempo, Viridiana se saldó con la muerte de Laponia Films. En el vestuario, los jugadores de la Real no daban crédito: “Ahora qué pasa. ¿Qué no ha quedado dinero para nada?”. Ni una peseta.

Hemos visto cómo Eduardo Chillida relacionaba el fútbol con las intuiciones espacio temporales, y cómo se convertía en un gran escultor tras dejar la Real Sociedad. Elías Querejeta lo hizo para emprender una brillantísima carrera en el mundo del cine. Y, promocionando el séptimo arte, los “embarrados” jugadores de la Real Sociedad demostraron que Rudyard Kipling estaba equivocado.

Dedicado a Antonio, fiel lector desde Galicia

*1 Petón es el apodo de José Antonio Martín Otín “Petón”, ex futbolista, periodista deportivo, escritor y representante de futbolistas.
*2 Uninci es la productora Unión Industrial Cinematográfica.
*3 Recogido en “De ‘Bienvenido Mr. Marshall’ a ‘Viridiana’. Historia de UNINCI, una productora cinematográfica española bajo el franquismo”, Alicia Salvador Marañón.

Una respuesta a «Una Real de cine»

  1. Sabia que Viridiana de Buñuel fue producida por Querejeta, ex jugador de la Real, pero ni idea de que hubieran formado una productora otroa jugadores. Precioso recuerdo de la época negra de nuestra historia, que empezaba a renacer.

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