Con motivo de la celebración del gol 100 de Mikel Oyarzabal, la Real Sociedad ha publicado el Top 10 de los goleadores de la historia del club.
Como todos sabemos, lo encabeza Jesús Mari Satrústegui; pero, podemos y debemos discrepar de los datos que ofrece: 162 goles, en los 374 partidos que registra su base de datos.
Porque Satrus jugó uno más, 375, en los que superó el registro oficial por dos goles, marcando 164.
Habrá quien diga: qué más da, dos más, que dos menos. Mikel Oyarzabal sabe lo que le ha costado llegar a los 100 y lo difícil que es meter uno. Como para que ahora le digan que todavía le faltan dos.
El centrocampista antxotarra Amadeo Labarta fue ejemplo de lealtad y dedicación a la Real Sociedad. Lo que ahora se ha dado en llamar un one club man. En 1952, con 257 partidos a sus espaldas, en diez temporadas, siendo tres veces internacional y, otras tres, campeón de Gipuzkoa, el club le dio cobijo en Atotxa, como cuidador, jardinero y conserje. Amadeo vivía con su familia en un pequeño piso encima de las taquillas del campo.
Con motivo del partido del Centenario de la Real Sociedad, que el equipo iba a disputar contra el Real Madrid en Anoeta, Iñaki Izquierdo entrevistó en El Diario Vasco (15-08-2009) al mítico Alfredo Di Stéfano, entonces presidente de honor del equipo blanco y Tambor de Oro donostiarra.
Al pedirle si recordaba alguna anécdota de sus enfrentamientos con la Real, la saeta rubia le respondió rápidamente, después de pensarlo un segundo: “La Real Sociedad… era un equipo bronco, difícil. Jugábamos en el otro campo, en Atotxa. Lo que más recuerdo, el más importante en su táctica, era el mayordomo, el hombre que cuidaba el campo. ¿Cómo se llamaba? ¡El tuerto! (se refería a Amadeo Labarta, que había perdido un ojo en la Guerra Civil). Era el mejor, ¡cómo regaba el campo! Inundaba el césped en las partes que pensaba que más nos podía perjudicar a nosotros, en el centro, por las bandas, para que nosotros nos quedásemos varados”.
Es sorprendente el juego que puede dar la historia, en este caso de la Real Sociedad. Hoy os propongo un paseo por Donosti, recorriendo las nueve sedes desde las que el club ha dirigido el rumbo txuriurdin.
Como no hay mejor manera de empezar que por el principio, vamos a remontarnos hasta comienzos del siglo pasado, iniciando el recorrido en la esquina de la Avenida de la Libertad con el Paseo de los Fueros.
Ante el Valencia, la Real ha recuperado la senda del gol y lo ha hecho por partida triple. La historia, que a veces es caprichosa, nos cuenta que hace casi casi cien años, el equipo de la ciudad del Turia encajó otros tres, aunque en dos partidos.
Marcial Arbiza es un perfecto desconocido, incluso para la familia txuriurdin. Nació en Urnieta el 8 de julio de 1914 y empezó a romper alpargatas en el Colegio de San Bernardo-La Salle de Donosti, entre un puñado de chavales que, en unos años, serían buenos futbolistas: Ignacio Goyeneche, que jugó en la Real (1932-35) y el Valencia (1943-45); Peña Iriarte ‘Peñita’, en la Real (1931-33) y Atlético de Madrid (1934-36); y Félix Daguerresar, en la Real (1935-40).
Para entender el fútbol, no bastan los límites del terreno de juego y sus normas. La rivalidad es un componente esencial, que contribuye a generar una saludable dinámica deportiva, aunque a menudo se vea mezclada con otras de tipo político, nacional o regional.
Finalizada la temporada, se abre un tiempo de reflexión, de análisis, de altas y bajas, de planificación para el próximo curso. Los focos se trasladan del césped a los despachos y se habla de posibles fichajes, de contratos, de cláusulas… Una firma promete sueños, pero puede brindar auténticas pesadillas, porque los contratos los carga el diablo. Si no, que se lo pregunten a Iban Zubiaurre Urrutia (Mendaro, 22 de enero de 1983).
El origen de algunos términos utilizados en la fútbolsfera da para contar curiosas historias. Ya lo vimos hace tiempo con el de la chilena, o chorera, y hoy lo vamos a ver con el de volante.
Es habitual leer y escuchar en las secciones deportivas de los medios, referencias a Martín Zubimendi como “el volante donostiarra” o “el volante de la Real Sociedad”. Todos sabemos que lo hacen por su posición en el campo. Martín es un centrocampista que juega delante de la zona de contención, clave para armar la columna vertebral del equipo de Imanol; para mantener la posesión del balón, ofreciendo siempre soluciones a los defensas y al portero para superar la presión del contrario en la salida; jugador por quien pasa la ocupación de espacios defensivos, pero también buena parte del peso en la creación del juego; atento siempre al robo y recuperación de balones para luego salir conduciendo, dando al equipo equilibrio entre la defensa y el ataque. Un futbolista de mucho talento, tácticamente sobresaliente, un peón de brega que, con garra y gran capacidad de trabajo, despliega su juego por todo el campo. En fin, cualidades que reúne un buen volante de contención o de recuperación, que dicen los que saben.
Pero, por qué decimos volante. ¿Tiene algo que ver con la capacidad de estos centrocampistas para conducir al equipo? ¿Tendrá que ver con su posición táctica en el terreno de juego?
Nunca la Real debe dejar de ser el mejor equipo de fútbol del mundo. Aunque nadie lo sepa. Aunque nadie lo note (Elías Querejeta, El espíritu de Atocha)
En la presentación de este blog, recordaba que en 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. Ochenta años después, la Real seguía dando pruebas de que se puede amar el fútbol y los colores de un equipo sin descuidar el alma.