Una Real de cine

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Nunca la Real debe dejar de ser el mejor equipo de fútbol del mundo. Aunque nadie lo sepa.
Aunque nadie lo note (Elías Querejeta, El espíritu de Atocha)

En la presentación de este blog, recordaba que en 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. Ochenta años después, la Real seguía dando pruebas de que se puede amar el fútbol y los colores de un equipo sin descuidar el alma.

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Cara al sol en Atotxa

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En junio de 1939 se jugaba en Atotxa uno de los primeros partidos de la posguerra civil. La Real Sociedad, todavía oficialmente Donostia Foot-ball Club, se enfrentaba al, entonces, Atlético Aviación, hoy Atlético de Madrid. Antes de comenzar el partido, como se ve en la fotografía que abre esta entrada, los jugadores, brazo en alto, hacen el saludo fascista mientras cantan el Cara al Sol.

El profesor de historia Cristóbal Villalobos Salas, en Fútbol y fascismo (Altamarea, 2020), ha escudriñado la estrecha relación que los regímenes totalitarios han tenido con el fútbol. Como en la Italia fascista y la Alemania nazi, el franquismo también lo utilizó como herramienta propagandística y de adoctrinamiento. Para los franquistas, el balompié había sido durante la República una “orgía roja de las más pequeñas pasiones regionales”.

Unos meses antes de aquel partido, el 21 de diciembre de 1938, salía a la calle, en Donosti, el periódico deportivo Marca, que pertenecía a la nueva Prensa del Movimiento de San Sebastián. Manuel Fernández-Cuesta era su fundador y director. Su primer número incluía una entrevista con el general José Moscardó Ituarte, máximo representante del deporte español en aquellos momentos, recién nombrado presidente del Comité Olímpico Español y del Consejo Nacional de Deportes, una institución creada para promover una juventud sana siguiendo los modelos fascistas

En ella, el general hacía su declaración de intenciones, hablando de llevar a las Federaciones un espíritu de devoción al servicio del Estado, del funcionamiento por sistema vertical, del nombramiento de aquellos que se estimen más eficaces para el alto interés patrio, del fin de las asambleas, las discusiones y las votaciones, de la necesidad de mejorar la “raza”… y de comenzar haciéndolo de la mejor manera posible, con el saludo fascista y cantando el Cara el Sol, que había convertido en obligatorios en los campos de juego.

Sesenta años después, un fascista de Bastión 1903, facción del Frente Atlético, del Atlético de Madrid, mataba a Aitor Zabaleta, que había viajado a Madrid con la Peña Izar para animar a la Real en el partido de vuelta de la Copa de la UEFA. La tragedia empezó, como entonces, cantando el Cara al Sol, y terminó de la peor manera posible, con una puñalada en el corazón de Aitor y de todos los realistas. Era un 8 de diciembre de 1998.

El calendario tenía previsto un nuevo desplazamiento a Madrid cinco días después para disputar el partido de la jornada 14 de Liga contra el Real Madrid. Los jugadores de la Real saltaron al Santiago Bernabéu con el nombre de Aitor Zabaleta en las camisetas de todos los jugadores, gesto que se ha hecho tradición. Este año, además, ha entrado en la convocatoria para el partido contra el Betis.

Se han cumplido veinticinco años de aquel desgraciado día y vamos a homenajear, con más ganas si cabe, a Aitor Zabaleta. Sin fascistas en la grada, ni del Betis, ni del Atlético de Madrid. Con respeto y en paz. Pero sin ceder un ápice de tolerancia a quienes pretenden resucitar(nos) aquel tiempo.

Nota: los protagonistas de la foto de portada son, de izquierda a derecha: por el Atlético Aviación: Aparicio, Mesa, Santi, Blanco, Vázquez, Campos, Bracero, Machín, Germán, Sañudo y Guillermo; y por la Real Sociedad: Bienzobas, Epi, F. Berridi, I. Izaguirre, Daguerresar, Zaldua, González, Marculeta, L. Berridi, Querejeta y Unzueta. En el centro, el árbitro: Jáuregui. Y, como se ve en el ángulo superior derecho, el resultado fue 2-0.

Cuando los opuestos se tocaron

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Xabi Prieto y el Loco Abreu compartieron posiciones de ataque en la Real Sociedad, como se ve en la fotografía, con los colores verde y amarillo del San Sebastian Recreation Club de 1904, embrión de la Real Sociedad.

El principio de polaridad del Kybalión establece que todo tiene dos polos, su par de opuestos, que no son en realidad sino los extremos de una misma cosa. En este caso de la manera de entender el fútbol. Xabi Prieto y el Loco Abreu representan dos formas opuestas, hasta el extremo, de entenderlo y de vivirlo.

Cuando Xabi Prieto (Donostia, 1983) era un niño, no soñaba con ser futbolista, sino con jugar en la Real, como ha repetido en varias ocasiones. Este propósito es clave para entender su trayectoria, su fidelidad a un club, a un escudo, a unos colores; su manera, en definitiva, de vivir el fútbol.

Oportunidades para cambiar de aires no le faltaron: Liverpool, Valencia, Ajax, Olympique de Marsella y Athletic en “dos o tres” ocasiones, tocaron a su puerta, pero Xabi Prieto tenía claro que el momento de salir, de despedirse de su equipo, de su estadio, de su afición, llegaría cuando decidiera colgar las botas para irse a su casa.

Y así, fue. Cuando, después de 17 años en el equipo de su vida, con el que jugó 532 partidos y metió 74 goles, decidió llegado el momento de decir adiós, y hacerlo como un One Club Man.

Washington Sebastián ‘Loco’ Abreu (Minas, Uruguay, 1976) es el polo opuesto. Para el Loco Abreu lo importante no era el club, sino el fútbol. Su espíritu nómada, lo convirtió en un trotamundos, un peregrino del fútbol, que no consiguió echar raíces en ninguna parte.

Lillo lo trajo a la Real en enero de 2009, en el mercado de invierno, y el Loco respondió a su confianza con 11 goles en 18 partidos; pero al finalizar la temporada se fue, porque el entrenador no renovó. “Es mi forma de ser. Si se iba él, me iba yo”.

Así vivía el fútbol el Loco Abreu, volando de flor en flor. Decía que “el futbolista muere dos veces, una cuando se retira y deja para toda la vida algo que ama, y otra, cuando Dios toma la decisión de llevarlo”. La primera le llegó con 26 años de profesión, después de haber jugado en 32 equipos diferentes de 11 países, habiendo metido 404 goles en 787 partidos.

Xabi Prieto recibió la Insignia de Oro y Brillantes de la Real Sociedad y el Loco Abreu tiene el récord Guinness de ser el futbolista que ha jugado en más clubes de forma profesional. Dos maneras distintas, opuestas hasta el extremo, de entender el fútbol, que se tocaron para dar lo mejor de sí a la Real Sociedad.

Negreira, el árbitro del título en El Molinón

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Si hay un momento histórico en la historia de la Real Sociedad ese es el del primer título de Liga en Gijón. Bueno, pues, casualidades de la vida, allí estaba Enríquez Negreira, el colegiado del ‘Barçagate’, arbitrando el partido.

Efectivamente, José María Enríquez Negreira arbitró el 26 de abril de 1981 aquel partido en El Molinón en el que la Real Sociedad conquistó su primer título de Liga. Álvaro Vicente nos ha recordado en El Diario Vasco una anécdota de aquel día que le deja en buen lugar –dice–; no sé yo si también entre los seguidores del Real Madrid.

Como todos sabemos, el gol de Zamora llegó a 27 segundos de alcanzarse el minuto 90. La Real perdía 2-1 ante el Sporting, mientras el Real Madrid había ganado 1-3 al Valladolid. Necesitaba el empate y la Liga se escapaba por segundo año consecutivo. En Zorrilla, Boskov, Miguel Ángel y García Hernández se abrazaban. Juanito, cumpliendo su promesa, cruzaba el campo vallisoletano de rodillas para dar las gracias por el título.

El partido había acabado en Valladolid, pero en Gijón el reloj seguía corriendo, cuando los dos partidos habían empezado a la vez. Enríquez Negreira demoró dos minutos el arranque de la segunda parte. Solo él sabe la razón, pero las exigencias con la indumentaria fueron exquisitas en el descanso. Es lo que confesó el propio árbitro en un almuerzo celebrado en una sociedad donostiarra en la que jugadores, directivos y amigos conmemoraron el aniversario de aquel título diez años después, como informa Álvaro Vicente.

Lo que ocurrió en aquellos segundos eternos es inolvidable. En el palco, José Luis Orbegozo aguantaba la tensión como podía. Cuando faltaba un minuto, el periodista José María García se le acercó en directo: “Presidente, el Madrid está celebrando el título. Otra Liga que se va”. “Bueno –le contestó Orbegozo– queda muy poco, pero vamos a confiar en lo que queda…”

Entonces, Julio Olaizola controla un balón rechazado por la defensa del Sporting, encerrado en su área. El lasartearra cruza la medular y lo abre a la izquierda, donde se encuentra Periko Alonso. A su centro, a la desesperada, corre Satrústegui, que no llega a tocar el balón, pero molesta al meta asturiano Castro que despeja en corto. El balón llega a Gorriz, que intenta el remate desde lejos, pero falla, quedando el balón muerto, debido al agua que se acumula en el terreno de juego. Zamora lo recibe y remata con fuerza, casi raso. Castro se lanza y llega a tocar el balón, elevándolo, pero sin poder evitar que se cuele en su portería. Un gol que dio a la Real su primer título de Liga.

Enríquez Negreira señaló el final del partido tras sacarse de centro.

El joven Irastorza

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Después de haber recordado la peripecia de Harry Lowe en la ciudad del Turia, por la que aquel 24 de marzo de 1935 se convirtió en el jugador más veterano de LaLiga a sus 48 años y 226 días, récord que aún perdura, no podemos pasar por alto que Harry el viejo, fue también protagonista de otro recórd en sentido contrario: el del jugador más joven en debutar en Primera División.

Un año antes, el 4 de febrero de 1934, había hecho debutar en el Donostia Football Club (la Real de los tiempos republicanos) a Pedro Irastorza con 15 años y 288 días. Fue en la jornada 14 del Campeonato de Liga de la temporada 1933-1934, en el campo de Les Corts de Barcelona, de donde el equipo salió derrotado por 4 a 0.

Ficha del partido

Se da la circunstancia de que en la temporada siguiente (1934-1935), con 16 años, Irastorza saltó al campo de Mestalla con Harry Lowe, en aquel partido en el que el entrenador volvió a calzarse las botas.

Pedro Irastorza Ayerbe nació el 22 de abril de 1918 en Zaldibia (Gipuzkoa) y las crónicas de la época dicen que era un centrocampista “muy aguerrido”, a pesar de su edad. Tras el descenso a Segunda División jugó en Osasuna hasta que estalló la Guerra Civil. Después, continuó jugando en el Campo de San Juan, hasta su vuelta a la Real Sociedad en la temporada 1941-42, para retirarse en la siguiente jugando en el Murcia.

Aún hoy, sigue siendo el jugador más joven en debutar en la historia de la Real Sociedad y el tercero de LaLiga, superado en la temporada 1939-1940 por Francisco Bao “Sansón”, criado en el barrio vigués de Lavadores, que debutó con 15 años y 255 días, en el Celta de Vigo; y por el argentino Luka Romero, el ‘Messi mexicano’, en la temporada 2020-2021, que lo hizo con 15 años y 219 días, en el Mallorca.

Veteranía y juventud, al menos en este caso, son las dos caras de una misma moneda.

Harry el viejo

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Harry Lowe, de pie, último de la derecha, con el Tottemham en la temporada 1924-25

Estamos tan acostumbrados a ver a la Real Sociedad, en los informes del CIES Football Observatory, entre los equipos más jóvenes de las cinco grandes ligas europeas, que más de uno se sorprenderá al saber que tenemos el récord del jugador más viejo sobre el campo, de la historia de LaLiga.

El viejo es Harry Lowe, jugador británico que colgó las botas en 1928 y llegó a la Real Sociedad para sustituir al mítico entrenador Benito Díaz, el tío Benito, que había emigrado a Francia para dirigir al Girondins de Burdeos.

Lowe terminó su primera temporada, 1930-1931, con la Real clasificada en tercera posición. Fue líder desde la 5ª a la 12ª jornada, pero llegó al final del campeonato empatada a 22 puntos con el Athletic Club y el Racing de Santander. El goal average dio el título a los bilbaínos y dejó a los donostiarras en tercera posición. La mejor clasificación liguera de la Real Sociedad durante casi 50 años, hasta el subcampeonato de Liga en la temporada 1979-80.

El 14 de abril de 1931 se izaba la bandera tricolor en la balconada consistorial de Eibar. Proclamada la República, Alfonso XIII tomaba el camino del exilio y el 27 de junio, “ateniéndose a exigencias de la realidad”, el club decidió retirar la corona del escudo, suprimir la denominación de Real y adoptar el nombre de Donostia Football Club.

En su segundo año como entrenador, el Donostia, F.C. quedó antepenúltimo, con la singularidad de haber marcado más goles que el campeón de Liga. La progresiva profesionalización del fútbol, con el consiguiente aumento de los gastos, fue causa de las dificultades económicas por las que atravesó el equipo en esta etapa de su historia. A pesar de todo, mejoró su posición en las dos siguientes: 6º en la 1932-33 y 5º en la 1933-34, a solo un punto del tercer clasificado.

Pero si por algo ha pasado a la historia de La Liga Harry Lowe, es por lo que ocurrió el 24 de marzo de 1935 en Valencia. El Donostia, F.C. tenía que disputar en Mestalla su encuentro con el Valencia, C.F. correspondiente a la decimoséptima jornada. Por aquel entonces no estaba permitido hacer cambios en los partidos, las sustituciones no se aprobaron hasta finales de los años sesenta; es decir, que los once jugadores que iniciaban el encuentro debían terminarlo, por lo que era habitual que, en los desplazamientos largos y costosos, los clubes modestos viajaran solo con los once futbolistas que iban a jugar.

Se dio la circunstancia de que, durante el viaje, enfermó uno de los jugadores donostiarras; probablemente el delantero Insausti, aunque las crónicas de la época no lo especifican. Como no podía disputar el encuentro, ante la tesitura de tener que hacerlo con solo diez jugadores, Lowe optó por calzarse de nuevo las botas, con 48 años y 226 días. Sólo acertó a decir: “Mejor con once que con diez”.

Su aportación fue más estética y humana que futbolística; quizás allí nació el medio estorbo. Pero jugó los 90 minutos y, recordando sus viejos tiempos en el Tottenham, tuvo el honor de dar a Olivares la asistencia para que marcara el único gol donostiarra de aquel estrambótico partido que terminó con un apabullante 7 a 1.

Ficha del partido

Este episodio, calificado por estudiosos del fútbol como mítico, pero del que existe constancia documental de la época, está reconocido por LaLiga de Fútbol Profesional: “la Real tiene el honor de haber contado en sus filas con el jugador más veterano que jamás pisó un terreno de juego en la Primera División española”; aunque con un error en el cálculo de la edad, porque Horace ‘Harry’ Lowe nació el 10 de agosto de 1886. Un récord prácticamente imbatible. Con 41 años, Joaquín, el jugador del Betis, el más longevo de nuestro tiempo, tendría que jugar ocho años más para superarlo.

Aquella aciaga temporada (1934-35), la Real Sociedad (Donostia, F.C.) sufrió el primer descenso de su historia, al acabar el campeonato en penúltima posición, y Harry Lowe terminó su vinculación con el club.