
¡Anda!, ¡pero si es el “emérito”! ¡En Atotxa!, ¡y con txapela! ¿Cómo así?, porque ni siquiera la prensa de la época se hace eco de su presencia en la grada.
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A cinco millas de la costa donostiarra, mientras el Azor navegaba lentamente entre Zarautz y Donostia, Juan de Borbón, su padre, y el generalísimo, habían alcanzado un acuerdo sobre la formación del ya príncipe y heredero del régimen.
Como consecuencia de ello, a sus doce años, Juan Carlos de Borbón llegaba a Donosti en otoño de 1950, acompañado de su hermano Alfonso, para continuar sus estudios de bachillerato en el palacio Miramar.
En la antigua Real Casa de Campo, frente a la bahía de La Concha, se había constituido un nuevo centro educativo ad hoc, en régimen de internado, para que los infantes pudieran cursar sus estudios acompañados por un pequeño grupo de escogidos compañeros, extraídos de la aristocracia de la sangre y el dinero, donde estuvieron hasta que los finalizaron en junio de 1954.

Como Juanito era futbolero, habían formado un equipo con sus compañeros; en sus salidas de Miramar los fines de semana, solían jugar partidos contra alumnos del colegio de San Ignacio y, de vez en cuando, iban a Atotxa.
En la foto que abre esta entrada, el príncipe presencia el partido de Liga que la Real disputó contra el Barcelona de aquella delantera que cantaba Serrat: 🎶Basora, César, Kubala, Moreno y Manchónnnn🎶. A su izquierda, con txapela también, tenía sentado a José Garrido Casanova, director del centro y uno de sus docentes, y a su hermano Alfonsito. A su derecha estaban sus compañeros y amigos Jaime de Carvajal y Urquijo y Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo, ambos nietos del marqués de Urquijo y primos carnales que, con el tiempo, serían marqueses de Isasi y de Valdueza y referentes importantes de las finanzas españolas al frente del Banco Urquijo.
Aquel 8 de marzo de 1953, lucía una tarde espléndida, soleada; era Día del Club y el campo de Atotxa estaba lleno a rebosar. Tal era la expectación que había despertado el hecho de que Kubala pisaba por primera vez la hierba donostiarra.

Pero, a pesar del ambiente desbordado, los infantes y sus compañeros observaban el partido sin ningún júbilo. Aunque le costaba confesarlo, Juanito ya sentía los colores blancos. Era más de Di Stéfano que de Kubala.
Efectivamente, ganó el Barcelona 0-2, un partido en el que la Real mereció más. El gol del delantero centro del Barça, marcado cuando la Real solo tenía diez hombres sobre el campo, por lesión de Igoa, desniveló definitivamente el encuentro.
Cuentan las crónicas que, tras la derrota, una mujer, realzale, entrada en años, que les había estado observando, viendo que no gritaban y que estaban tranquilos, les dijo: “Ya estarán ustedes contentos”.
Nota: Para saber más sobre aquel momento y quienes fueron sus compañeros: