El fútbol y el pecado original

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Hablando de los orígenes del fútbol, Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, llevó de Inglaterra a China la cuna de este deporte, reconociendo que ya se practicaba hace más de 2.300 años en Linzi, en la ciudad de Zibo, antigua capital del reino Qi. Pero, puestos a remontarnos, podríamos irnos hasta el origen de los tiempos.

En los últimos momentos de su vida, con Adán ya fallecido, Eva recordaba cómo fueron expulsados del paraíso, asegurando, con tristeza y un punto de emoción, que las razones de aquella expulsión no son las que, atravesando los siglos, se han propagado.

Así evocaba Eva el día en que las cosas se torcieron definitivamente. El Edén estaba bonito, rebosante de frutos y flores y peces de colores en las aguas. En la tarde de aquel día, que tal vez era lunes, vi que las manzanas del árbol central del Edén estaban con el semblante muy rojo; sólo con sacudir el árbol se desplomaban. Eso hice: sacudí el árbol y llovieron manzanas, muchas manzanas. No teníamos hambre como para comer tantas y nos pusimos a jugar con ellas. Cogí una y se la arrojé a Adán, que estaba bostezando a una cierta distancia. Él intentó devolvérmela con el pie derecho. No pudo, apenas la rozó con el tobillo. Le arrojé una segunda manzana y esta vez lo hizo peor, le pegó con la canilla. Me reí a carcajadas; esto despertó el amor propio de Adán. Me pidió otra oportunidad: voy a probar con la pierna del lado del corazón, me dijo. Allá va, le dije yo, y mi Adán, así como venía, la empalmó y salió por encima de un arco iris. La manzana llegó hasta la misma nube en la que don Dios estaba haciendo la siesta y le dio de pleno en un ojo.

Don Dios rugió de tal manera que descuajeringó nubes, trizó montañas y erizó mares; hizo de los aires vientos y de los vientos huracanes. Nosotros, Adán y yo, ante esto, no pedimos perdón, porque no había por qué.

–Adán –le dije–, rápido, marchémonos de aquí, vayámonos a la Tierra, busquemos un lugar donde podamos sufrir de vez en cuando y no seamos felices todo el tiempo.
–¿Un lugar donde podamos ilusionarnos con que tenemos albedrío?
–Sí, un lugar donde el miedo lo podamos sentir juntos.
–¿Y habrá manzanas tan redondas en ese lugar, Eva?
–Habrá, Adán, si regamos cada día el árbol que nos da el fruto.

Así fue, tal cual, lo que sucedió allá lejos. La manzana que entró en el ángulo superior derecho de un ojo de don Dios, fue la razón desencadenante de nuestro exilio por los siglos de los siglos. Qué sabía yo, que al proponer aquel juego al aburrido Adán, al incitarlo con esa manzana que empalmó con tan soberbia izquierda, iba en ese instante a nacer algo que ni Dios sabía entonces que iba a llamarse fútbol. Porque de fútbol somos, iba a valer la pena el exilio. Iba a valer la alegría. ¡Coño!, que no hubo pecado original, que no.

Así lo ha contado Rodolfo Braceli, periodista y poeta argentino, en Perfume de gol.

Cara al sol en Atotxa

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En junio de 1939 se jugaba en Atotxa uno de los primeros partidos de la posguerra civil. La Real Sociedad, todavía oficialmente Donostia Foot-ball Club, se enfrentaba al, entonces, Atlético Aviación, hoy Atlético de Madrid. Antes de comenzar el partido, como se ve en la fotografía que abre esta entrada, los jugadores, brazo en alto, hacen el saludo fascista mientras cantan el Cara al Sol.

El profesor de historia Cristóbal Villalobos Salas, en Fútbol y fascismo (Altamarea, 2020), ha escudriñado la estrecha relación que los regímenes totalitarios han tenido con el fútbol. Como en la Italia fascista y la Alemania nazi, el franquismo también lo utilizó como herramienta propagandística y de adoctrinamiento. Para los franquistas, el balompié había sido durante la República una “orgía roja de las más pequeñas pasiones regionales”.

Unos meses antes de aquel partido, el 21 de diciembre de 1938, salía a la calle, en Donosti, el periódico deportivo Marca, que pertenecía a la nueva Prensa del Movimiento de San Sebastián. Manuel Fernández-Cuesta era su fundador y director. Su primer número incluía una entrevista con el general José Moscardó Ituarte, máximo representante del deporte español en aquellos momentos, recién nombrado presidente del Comité Olímpico Español y del Consejo Nacional de Deportes, una institución creada para promover una juventud sana siguiendo los modelos fascistas

En ella, el general hacía su declaración de intenciones, hablando de llevar a las Federaciones un espíritu de devoción al servicio del Estado, del funcionamiento por sistema vertical, del nombramiento de aquellos que se estimen más eficaces para el alto interés patrio, del fin de las asambleas, las discusiones y las votaciones, de la necesidad de mejorar la “raza”… y de comenzar haciéndolo de la mejor manera posible, con el saludo fascista y cantando el Cara el Sol, que había convertido en obligatorios en los campos de juego.

Sesenta años después, un fascista de Bastión 1903, facción del Frente Atlético, del Atlético de Madrid, mataba a Aitor Zabaleta, que había viajado a Madrid con la Peña Izar para animar a la Real en el partido de vuelta de la Copa de la UEFA. La tragedia empezó, como entonces, cantando el Cara al Sol, y terminó de la peor manera posible, con una puñalada en el corazón de Aitor y de todos los realistas. Era un 8 de diciembre de 1998.

El calendario tenía previsto un nuevo desplazamiento a Madrid cinco días después para disputar el partido de la jornada 14 de Liga contra el Real Madrid. Los jugadores de la Real saltaron al Santiago Bernabéu con el nombre de Aitor Zabaleta en las camisetas de todos los jugadores, gesto que se ha hecho tradición. Este año, además, ha entrado en la convocatoria para el partido contra el Betis.

Se han cumplido veinticinco años de aquel desgraciado día y vamos a homenajear, con más ganas si cabe, a Aitor Zabaleta. Sin fascistas en la grada, ni del Betis, ni del Atlético de Madrid. Con respeto y en paz. Pero sin ceder un ápice de tolerancia a quienes pretenden resucitar(nos) aquel tiempo.

Nota: los protagonistas de la foto de portada son, de izquierda a derecha: por el Atlético Aviación: Aparicio, Mesa, Santi, Blanco, Vázquez, Campos, Bracero, Machín, Germán, Sañudo y Guillermo; y por la Real Sociedad: Bienzobas, Epi, F. Berridi, I. Izaguirre, Daguerresar, Zaldua, González, Marculeta, L. Berridi, Querejeta y Unzueta. En el centro, el árbitro: Jáuregui. Y, como se ve en el ángulo superior derecho, el resultado fue 2-0.

Cuando los opuestos se tocaron

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Xabi Prieto y el Loco Abreu compartieron posiciones de ataque en la Real Sociedad, como se ve en la fotografía, con los colores verde y amarillo del San Sebastian Recreation Club de 1904, embrión de la Real Sociedad.

El principio de polaridad del Kybalión establece que todo tiene dos polos, su par de opuestos, que no son en realidad sino los extremos de una misma cosa. En este caso de la manera de entender el fútbol. Xabi Prieto y el Loco Abreu representan dos formas opuestas, hasta el extremo, de entenderlo y de vivirlo.

Cuando Xabi Prieto (Donostia, 1983) era un niño, no soñaba con ser futbolista, sino con jugar en la Real, como ha repetido en varias ocasiones. Este propósito es clave para entender su trayectoria, su fidelidad a un club, a un escudo, a unos colores; su manera, en definitiva, de vivir el fútbol.

Oportunidades para cambiar de aires no le faltaron: Liverpool, Valencia, Ajax, Olympique de Marsella y Athletic en “dos o tres” ocasiones, tocaron a su puerta, pero Xabi Prieto tenía claro que el momento de salir, de despedirse de su equipo, de su estadio, de su afición, llegaría cuando decidiera colgar las botas para irse a su casa.

Y así, fue. Cuando, después de 17 años en el equipo de su vida, con el que jugó 532 partidos y metió 74 goles, decidió llegado el momento de decir adiós, y hacerlo como un One Club Man.

Washington Sebastián ‘Loco’ Abreu (Minas, Uruguay, 1976) es el polo opuesto. Para el Loco Abreu lo importante no era el club, sino el fútbol. Su espíritu nómada, lo convirtió en un trotamundos, un peregrino del fútbol, que no consiguió echar raíces en ninguna parte.

Lillo lo trajo a la Real en enero de 2009, en el mercado de invierno, y el Loco respondió a su confianza con 11 goles en 18 partidos; pero al finalizar la temporada se fue, porque el entrenador no renovó. “Es mi forma de ser. Si se iba él, me iba yo”.

Así vivía el fútbol el Loco Abreu, volando de flor en flor. Decía que “el futbolista muere dos veces, una cuando se retira y deja para toda la vida algo que ama, y otra, cuando Dios toma la decisión de llevarlo”. La primera le llegó con 26 años de profesión, después de haber jugado en 32 equipos diferentes de 11 países, habiendo metido 404 goles en 787 partidos.

Xabi Prieto recibió la Insignia de Oro y Brillantes de la Real Sociedad y el Loco Abreu tiene el récord Guinness de ser el futbolista que ha jugado en más clubes de forma profesional. Dos maneras distintas, opuestas hasta el extremo, de entender el fútbol, que se tocaron para dar lo mejor de sí a la Real Sociedad.

‘Dale Cavese’

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Después de los abrazos habituales, la celebración de los goles de la Real se ha convertido en un ritual. La ceremonia comienza colocándonos de espaldas al campo, con los brazos sobre los hombros de los compañeros de fatigas, y, dando pequeños saltos, cantamos: Lo lo lo lo, lo lo lo, lo lo looo; lo lo lo lo, lo lo lo, lo looo… así hasta que termina la estrofa. La segunda, con la misma letra y música, ya se canta mirando al campo.

Dicen que la melodía de este cántico está inspirada en la canción Moliendo café, compuesta en 1958 por el músico venezolano José Manzo Perroni e interpretada por su sobrino Hugo Blanco Manzo. Pero, a decir verdad, la nuestra debe ser una versión libre, porque se le parece bien poco.

Lo cierto es que ha causado sensación y son varios los amigos y conocidos que me han preguntado por la celebración de los goles en Anoeta. Es el ‘Dale Cavese’, les digo. ¿El ‘Dale Cavese’? Sí, sí. Y se les encoge el oído.

Este cántico tiene su pequeña historia. Para conocer su origen tenemos que viajar hasta Cava de’ Tirreni, una pequeña ciudad del sur de Italia, perteneciente a la región de la Campania, muy cerca de Salerno. Allí juega el Cavese 1919, un modesto equipo que milita en la Serie D, la cuarta división italiana.

El año de su ascenso a la Serie C1 (2005-2006), en el centro de la defensa biancoblú se erigió un jugador que conectaba el campo con la grada. Una simpatía que terminó siendo una relación de amor con el joven Catello Mari, que dedicaba los goles a la Curva Sud del Stadio Simonetta Lamberti. Goles que ayudaron al ascenso de categoría en una temporada de ensueño, con el defensa como claro protagonista del éxito.

El 15 de abril de 2006, tras ganar al Sassuolo 2-1, el Cavese lograba el ascenso. Todos prolongaron la fiesta aquella noche. Todos menos Catello Mari, que prefirió marcharse a casa después de semejante gesta, por lo cansado que había terminado el partido. Pero Catello nunca llegó a casa. Un accidente de tráfico segó su vida y su prometedora carrera y las calles de Cava de’ Tirreni cambiaron el biancoblú por el negro.

La ciudad entera permaneció de luto varios días y despidió a su ídolo como merecía. Con el afán de recordarle en cada partido, los tiffosi más animosos de la Cavese decidieron renombrar la Curva Sud como Curva Catello Mari y adaptar la canción de Hugo Blanco, Moliendo café, gran éxito de los sesenta, en memoria del leone.

Al cántico le pusieron el nombre de ‘Dale Cavese’ y gracias a un vídeo, que se hizo viral, de su afición saltando todos juntos, la Unione Sportiva Dilettantistica Cavese 1919 se dio a conocer en el mundo entero, logrando que muchas aficiones, como la nuestra, fueran moliendo café al ritmo de la batuta de Catello Mari.

Un buen día, tras la remodelación del estadio, llegó el ‘Dale Cavese’ al Reale Arena. Una parte de la Grada Aitor Zabaleta se puso a saltar de espaldas al campo después de que la Real hiciera un gol. Poco a poco, el ritual se fue extendiendo por los aledaños y ya ha sido adoptado por todos los aficionados. Quizá, lo que hace la celebración más vistosa y original es iniciar el cántico de espaldas al campo, pero no cabe duda que su origen está en Cava de’ Tirreni.

Esnaola-Iribar, duelo de titanes

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Con 16 años, José Ramón Esnaola Larburu (Andoain, 30-06-1946), ya formaba parte de la selección juvenil de Gipuzkoa y del equipo de su localidad natal, la S.D. Euskalduna.

En 1965, con 19, ficha por la Real Sociedad, como suplente de Adolfo Arriaga. Esnaola jugó 17 partidos esa temporada, a las órdenes del entrenador Galarraga. La siguiente la pasa en blanco por estar cumpliendo el servicio militar en los cuarteles de Loyola.

Cuando se reincorpora, en la temporada 1967-68, Jesús Mari Zubiarrain es el meta titular, hasta que una lesión le aparta del equipo. Fue el 31 de diciembre de 1967, frente al Elche, cuando Esnaola le sustituye para convertirse en una de las revelaciones de la temporada. El equipo donostiarra vence ese día con facilidad por 5 a 0. Su brillante actuación fue refrendada una semana después en Barcelona, donde consiguió dejar su portería a cero con una actuación que Marca calificó de sobresaliente, arrancando la Real un valioso punto del Camp Nou.

Unos meses después, en marzo, cae lesionado en un partido contra su futuro equipo, el Betis. Un choque con Jesús Irízar le produjo una fractura del maléolo tibial y la temporada se acabó para él. Durante su convalecencia el Atlético de Madrid se interesó por su fichaje y llegó a firmar con los colchoneros, pero finalmente desecharon su contratación por no superar el reconocimiento médico y en su lugar ficharon a Zubiarrain.

Esnaola quedó ya como dueño absoluto de la portería realista durante las siguientes cinco temporadas, en las que lo jugó prácticamente todo y se convirtió en uno de los guardametas mejor valorados del fútbol español. Era un portero ágil, intuitivo, que compensaba su déficit de altura con un potentísimo tren inferior y que desbordaba tranquilidad y serenidad bajo los palos. Su flema británica era tal, que sus compañeros de equipo le apodaron “el inglés”.

Todavía tenía 26 años, pero la cantera venía pegando fuerte y el club contaba con varios jóvenes porteros de gran proyección a los que Esnaola iba a bloquear en su progresión. En el verano de 1973, la Real le propuso su traspaso al Betis, entonces en Segunda División. Bajar de categoría le creó un mar de dudas, pero finalmente aceptó. La marcha fue su último acto de servicio al club:

“Estaba de vacaciones cuando se produjo el traspaso. La Real es el mejor club del mundo. Llevo ocho temporadas en la Real, el Betis está en Segunda, si no quería, no me iba, pero era una oportunidad para mí de mejorar las condiciones económicas y fue un mutuo acuerdo entre ambos clubes. Mi conciencia está tranquila, porque en los ocho años que he estado en la Real, he dado todo lo que llevaba dentro.”

Efectivamente, Esnaola mejoraba sus condiciones económicas, y la Real ingresaba doce millones de pesetas, que en aquel tiempo era mucho dinero. Pero, como se pretendía, con la marcha de “el inglés” también resultaron beneficiados Artola, Urruti y Arconada. El club se mostró tan agradecido que el presidente, José Luis Orbegozo, le impuso la Insignia de Oro y Brillantes, a pesar de no haber jugado diez temporadas en el club.

Tras disputar 207 partidos oficiales con la Real Sociedad, Esnaola iniciaba una nueva etapa en el Real Betis Balompié.

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En 1977, el Athletic y el Betis llegaron a la final de Copa, que volvió a llamarse Copa del Rey, después de tantos años siendo la Copa del Generalísimo. Fue una final de las épicas, que se resolvió en una infinita tanda de penaltis, con un duelo legendario, como los de los viejos pistoleros, entre Esnaola e Iribar, sobre el césped del Vicente Calderón. Sucedió la noche del sábado 25 de junio de 1977, cuando España bullía en los albores de la Transición.

El Athletic era el favorito. José Ángel Iribar capitaneaba un equipo que había sido tercero en la Liga y finalista de la Copa de la UEFA, que se le escapó por muy poco ante la fabulosa Juventus de aquellos años. Por su parte, el Betis había acabado quinto el campeonato de Liga, aunque a solo dos puntos del Athletic.

Los vizcainos siempre fueron un paso por delante de los béticos, pero la perseverancia verdiblanca hizo que nunca se quedaran atrás. En el minuto 14’ se adelantó el Athletic. Txetxu Rojo lanza un córner, Dani remata, Esnaola rechaza y Carlos remacha: 1-0. En el 45’, Cardeñosa lanza al palo un golpe franco contra el Athletic, hacia donde ha volado Iribar, el rebote lo recoge López y marca a puerta vacía: 1-1. El forcejeo de la segunda parte, termina sin goles. Hay prórroga. En el 97’, Benítez cede un balón atrás sin advertir que Dani andaba por allí, y el astuto extremo bilbaino lo recoge y marca con facilidad: 2-1. En el 116’, a cuatro minutos del final, se produce una falta junto al área del Athletic; lanza Cardeñosa y López, en el segundo palo, cabecea a gol: 2-2. Hay que ir a la tanda de penaltis. Un cúmulo de emociones fuertes, taquicardias y rasgos de grandeza espera a jugadores y aficionados.

Empieza tirando el Betis y van marcando alternativamente García Soriano-Guisasola, Del Pozo-Churruca, López-Escalza y Biosca-Irureta. 4-4. Queda el quinto lanzamiento, para el que los entrenadores han reservado a los mejores especialistas de ambos equipos desde los once metros: Cardeñosa y Dani. El bético engaña a Iribar, pero el toque de su sedosa zurda se marcha fuera. El Betis está perdido. Dani, especialista no solo del Athletic sino también de la Selección, tiene la final en su bota. Pero Esnaola lo tenía claro: “A lo largo de la semana pensé que Dani cambiaría su forma de rematar, porque nos conocíamos bien. Él solía hacer la parandinha y después lanzaba a la izquierda. Yo le aguanté al máximo, y él, efectivamente, cambió el tiro: lanzó a la derecha, y lo paré”. Esnaola había salvado ese primer ‘match ball’.

Hay que seguir. Ahora, con lanzamientos alternos hasta que un equipo coja ventaja, la muerte súbita. Se adelanta Sabaté… y gol. Tira Amorrortu… y gol. 5-5. Corresponde el turno a Alabanda, y para Iribar. El Betis está otra vez con la soga al cuello. Si marca el Athletic, todo habrá acabado. El turno es para Angel María Villar, tira… ¡y para Esnaola! ¡Otra vez jolgorio en el lado bético! En el siguiente llega la sorpresa; el lanzador bético es su guardameta. A Esnaola nunca le gustó tirar penaltis, pero entre los jugadores que quedaban sin tirar había gente muy tocada en lo físico o sin confianza. ¡Esnaola frente a Iribar! Los dos guipuzcoanos frente a frente. El Txopo era el ídolo de Esnaola; le tenía un respeto reverencial. Y el bético había sido suplente del mito del Athletic seis años antes, en la que fue su única convocatoria con la selección, en Cagliari ante Italia.

A pesar de todo, aquella noche, en el Calderón, Esnaola tiró de concentración. Con una naturalidad más propia de un avezado experto en penaltis, golpea con el interior de su pie derecho al palo izquierdo de Iribar, que se tira hacia el otro lado… ¡y gol! La foto que abre esta entrada capta a los dos porteros cruzando un apretón de manos tras el disparo. “Lo siento”, dijo en ese momento Esnaola, mirando a los ojos al Txopo. Un gesto de respeto eterno. Luego, se queda bajo los palos, dispuesto a hacer prevalecer la ventaja que ha dado a su equipo, pero Alexanco marca, restableciendo el empate. 6-6.

Esnaola recuerda que Iribar “no paraba de hablar con sus compañeros tras cada penalti”. Iribar recuerda que “trataba de animarles y darles confianza. Y también advertirles de que tras tantos lanzamientos el punto de penalti estaba en mal estado, se levantaba, tenía pequeños baches. Quería que aseguraran la colocación del balón sobre el césped”.

Hay que seguir. Eulate pone toda la presión sobre el Athletic transformando la decimoséptima pena máxima. Fue entonces cuando Esnaola creyó tocar el cielo al estirarse y desviar hacia su izquierda el zurdazo de Txetxu Rojo. ¡El Betis campeón! El delirio invade a los jugadores béticos celebrando el título… pero el árbitro García Carrión ha anulado el penalti, porque aprecia que el portero se ha movido justo antes del disparo y ordena la repetición del lanzamiento.

Las protestas y discusiones con el árbitro disparan la tensión sobre el césped y en la zona de banquillos hay jugadores rotos por el esfuerzo y la tensión. Sólo los dos técnicos, Rafa Iriondo, leyenda del Athletic, y Koldo Aguirre, aparentan mantener un mínimo de calma. La nueva descarga de adrenalina finaliza con el gol de Rojo en la repetición de la pena máxima. 7-7.

Así que hay que seguir. Son ya diecinueve penaltis, contando los dos de Rojo, y la tanda sigue igualada. Con los nervios desbocados ya casi nadie se atreve a tirar. Se ofrece Bizcocho, un fogoso lateral que nunca había ejecutado un penalti, y bate a Iribar, que roza la pelota con los guantes. Al capitán y leyenda del Athletic tampoco le gustaba tirar penaltis. “Creo que había tirado uno en mi vida”, recuerda Iribar. Pero asumió la responsabilidad. El Txopo recoge así el guante que le había lanzado Esnaola un rato antes, un rato que parecía ya una eternidad. Ahora, ¡Iribar frente a Esnaola! Tira con parandinha, a media altura y a la izquierda de Esnaola, que no cae en el engaño y desvía la pelota para ganar el título y ser de inmediato engullido por una marea verdiblanca que invade la portería. 8-7.

Han pasado las doce de la noche; ya es domingo. Tres horas y veinte minutos después del pitido inicial, el Betis es campeón de Copa por primera vez en su historia.

Después de parar tres penaltis, más un cuarto invalidado por el árbitro, Esnaola puso el broche de oro a su actuación marcando el definitivo a Iribar, para pasar a la historia. El sencillo guardameta andoaindarra, ya sevillano para siempre, tras ocho años en la Real, completó otros doce en el Betis, donde luego se quedó en el cuadro técnico veintiocho más.

Al aterrizar el equipo en Sevilla, miles de béticos invadieron la pista del aeropuerto. “Cuando logré bajar del avión –recuerda Esnaola–, el autobús que debía llevarnos a la terminal ya se había marchado. Tuve que ir entre los aficionados, que me subieron a hombros. Ese fue mi baño de masas”. Pero ni siquiera en aquel momento de inmensa alegría, saliendo del aeropuerto como un torero, dejó de tener una cierta sensación de tristeza por su ídolo derrotado. La memoria de José Ángel Iribar guarda aquel 25 de junio como “un día muy duro. Uno de los más difíciles que he vivido en mi carrera” y a José Ramón Esnaola, como “un gran amigo”… “pese a aquellos penaltis”.

¡Franco, cabrón!

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Angel Franco Martínez, Franco hasta 1970, Franco Martínez a partir de entonces, Martínez en Europa

Perdón a los más sensibles y a los malpensados; pero, como vamos a ver, el título no es gratuito.

En todo el mundo se ha conocido y se conoce a los árbitros por su nombre y apellido o solo por el apellido: Pierluigi Collina (Italia), Sándor Puhl (Hungría), Horacio Elizondo (Argentina), Howard Webb (Inglaterra) y Markus Merk (Alemania) son buenos botones de muestra.

En la Liga española también fue así desde tiempo inmemorial, incluso los trencillas eran conocidos sólo por el apellido: Escartín, Melcón, Lacambra, Asensi, Plaza, Gardeazabal, Birigay, Urrestarazu, Zariquiegui, Oliva, Bueno… eso sí, con el señor por delante: arbitrará el señor Gardeazabal, del Colegio Vizcaíno.

Pero a finales de los sesenta llegó al arbitraje Ángel Franco Martínez y esto lo cambió todo. El ascenso a Primera del joven colegiado murciano dio lugar a situaciones embarazosas para el régimen. Entonces, igual que ahora, los insultos al árbitro eran habituales, pero claro, con uno que se apellidaba Franco aquello era más delicado. En los campos empezó a oírse el “¡Franco, cabrón!”, “¡Franco, hijoputa!”, “¡Franco, qué malo eres!” o el “¡Franco, vete ya!”. Además, la prensa tampoco escatimaba titulares contra el colegiado, como “Franco se carga el partido”, “Franco es muy malo” o “Todos culpan a Franco”.

Para rizar el rizo, la situación política en 1970, recién llegado Ángel Franco, era muy delicada. El 9 de diciembre había concluido el Proceso de Burgos, un juicio sumarísimo contra dieciséis miembros de ETA, visto para sentencia por un tribunal militar en consejo de guerra. Paros y manifestaciones paralizaban la vida económica y social de Euskadi en respuesta a la convocatoria de huelga general realizada por la oposición al régimen. Y solo faltaban cuatro días para el derbi liguero de aquel año.

El día 13 se jugaba la jornada 13 del campeonato de Liga con visita del Athletic a Atotxa. Y, por esas causalidades de la vida, el señor Franco, del colegio murciano, era el árbitro designado. El derbi vasco preocupaba al régimen. Y tan inquietante como que el partido se convirtiera en un acto reivindicativo, era que el público estallara en gritos contra Franco, ya fuera el árbitro o el dictador.

Días antes del encuentro, Ángel Franco fue convocado a una reunión “urgente y de máxima discreción” en el piso del canónigo de la Catedral de Murcia. La consigna era clara: Ángel Franco debía borrarse del partido simulando una lesión. Por el bien de España y para evitar males mayores.

“Me llamaron a mi casa desde el Comité y me dijeron que con discreción y en una hora debía de estar en casa del arzobispo de la Catedral de Murcia. Debía asistir a una reunión sobre el partido que tenía que pitar el domingo. Una cosa rarísima. Pensé que me iban a intentar comprar, así que me hice acompañar del presidente de mi colegio, Manolo Cerezuela. Mi sorpresa fue ver que, además del canónigo, me estaba esperando el secretario personal del ministro de la Gobernación, Tomás Garicano Goñi. Había viajado hasta Murcia para verme. Me dijo que me tenía que poner enfermo, que no podía pitar en Atocha. En esos días, el ambiente estaba muy revuelto se celebraba un Consejo de Guerra en Burgos contra miembros de ETA y, al parecer, estaba corriendo por San Sebastián un rumor que decía algo así como que ‘primero vamos a acabar con el Franco del domingo y luego con el de Madrid’”, declaró años después.

Franco, el árbitro, siguió la recomendación gubernamental y se lesionó. “¡Que iba a hacer! ¡Pues fingir una lesión! Oficialmente me lesioné en un entrenamiento, y tuvieron que mandar a otro compañero, aunque yo estaba perfectamente. No se lo pude contar ni a mi familia porque era alto secreto. Me hizo jurar que no se lo diría ni a mi mujer. Y así lo hice. Hasta el canónigo y el señor aquel que llegó desde Madrid salieron por separado de la reunión para disimular”, relató Ángel Franco.

Al día siguiente, comunicó al Comité que se había lesionado entrenando. Y lo mismo dijo a su mujer y a sus amigos. Fue sustituido por el sevillano Soto, Leonardo Soto Montesinos.

El derbi se jugó sin mayores problemas. Ganó la Real y el Generalísimo descansó.

Ficha del partido

El Otro Franco, Francisco, leía todo lo relacionado con el fútbol pues era un fanático del balompié, y no le gustaba nada lo que veía… y si lo oía, le hacía crack en el oído. El aparato censor del Gobierno instó a los estamentos arbitrales y a los medios de comunicación a que se mencionase siempre a los árbitros con los dos apellidos. Sin excepción. En todo caso, lo hiciera bien o mal, Franco, el árbitro, tenía que ser Franco Martínez. Una costumbre que se mantiene a día de hoy en la Liga española.

Mateu Lahoz, Alberola Rojas, Martínez Munuera, Gil Manzano, Hernández Hernández, Munuera Montero, Melero López, Del Cerro Grande, Soto Grado, Muñiz Ruiz o De Burgos Bengoetxea, han dado el relevo a los Undiano Mallenco, Teixeira Vitienes, Díaz Vega, Brito Arceo o Iturralde González y estos, a su vez, a los célebres Andújar Oliver, Ramos Marcos y Guruceta Muro.

Ángel Franco siguió pitando, pero ya lo hizo como Franco Martínez. 17 años en Primera División y 13 como internacional. Su paso por el Mundial de Argentina, en 1978, le consagró como uno de los mejores colegiados de la historia del arbitraje español. Fue segundo en el ranking FIFA. Sin embargo, siguió vetado para las finales de Copa hasta que murió el caudillo. Con el dictador en el palco, no se quería correr ningún riesgo. Y cuando dirigía partidos internacionales, todos le llamaban Martínez.

Han cambiado las reglas del fuera de juego, de las manos, de la cesión al portero, incluso el color de la vestimenta, pero esta norma no escrita permanece inalterable.

Txuriurdinak vs. blanquiazules

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La camiseta actúa como un símbolo que aglutina a todos aquellos que la llevan o que, sin llevarla, la sienten como propia, y los define como miembros de un mismo grupo, aseguran Albert Juncá y Eduard Inglés. Contribuye a formar lo que Benedict Anderson denominó “comunidades de sentimiento”. Sin embargo, cuando los colores de los dos equipos coinciden suele ocasionar complicaciones al comienzo de los partidos.

En este sentido, la crónica de los duelos ligueros entre la Real Sociedad y el Espanyol, próximo a disputarse el número 149 de su particular historia, tiene dos anécdotas curiosas, que en realidad son la misma, pero de ida y vuelta, solo que con casi medio siglo de diferencia entre ambas. Dos incidencias que hacen que dos de esos encuentros estén entre los más peculiares de la historia del club.

En la foto que abre esta entrada, vemos al equipo del Español, que así se llamaba entonces, antes de empezar el partido que jugó en Atotxa el 6-04-1952. Si nos fijamos en las camisetas, veremos que todos los jugadores, menos el portero, tienen el escudo de la Real. El navarro Daniel Zariquiegui Izco, árbitro del encuentro, no permitió a los periquitos vestir su indumentaria habitual y tuvieron que jugar con camisetas de la Real.

Fue una tarde lluviosa y de escaso fútbol. El campo se llenó, porque la Real necesitaba ganar el encuentro para asegurar la permanencia antes de finalizar la temporada 1951-52. Y lo consiguió, con un 3-0.

Ficha del partido

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Aunque, seguramente, nadie se acordaba de lo sucedido en Atotxa aquella tarde lluviosa de 1952, casi medio siglo después, el 1-10-2000, se jugaba el partido de vuelta. Para evitar problemas por los colores de las camisetas, la Real se presentó en Montjuic con su segunda equipación, de un color gris oscuro con detalles blancos. En esta ocasión fue el árbitro del colegio andaluz, Luis Medina Cantalejo, actual presidente del Comité Técnico de Árbitros, quien consideró que seguía pareciéndose mucho al clásico uniforme blanquiazul del Espanyol.

Inhabilitadas las dos equipaciones de la Real Sociedad, la solución pasaba por que los jugadores del Espanyol vistieran con su segunda, algo que el club perico se negó a hacer en su estadio. Finalmente, se optó por uniformar a los donostiarras con la segunda equipación usada por el Espanyol la temporada anterior.

Así, vemos en la foto a los jugadores de la Real, menos al portero, Asper, luciendo una camiseta roja con el escudo del Espanyol, junto a la tradicional publicidad de Conservas Dani, que durante tantos años patrocinó al club.

Otra vez dos equipos en el campo compartiendo escudo, esta vez el del Espanyol.

Ficha del partido

Y para que el revival fuera completo, también apareció la lluvia, esta vez de manera torrencial. Una fuerte tromba de agua, de más de media hora, inundó el césped y Medina Cantalejo suspendió el partido antes de iniciarse la segunda parte.

La Real controlaba el encuentro, tanto en el luminoso como en el terreno de juego, pero sus opciones de lograr los primeros tres puntos de la temporada 2000-2001 quedaban en el aire.

Cuando se reanudó el partido, el 18 de octubre, Javier Clemente hizo tres cambios en la alineación. Salieron del once titular Corino, Khokhlov y Jankauskas, entraron Gurrutxaga, Igor Jauregi y Miguel Fuentes y la Real supo mantener el resultado.

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¿Y con qué camiseta jugaron la reanudación? Con una tercera equipación que diseñó Astore para la ocasión. Una elástica que, aunque los fabricantes aseguraron que era verde, todos la veían azul.

Para concluir esta peculiar relación entre la Real Sociedad y el Espanyol, podemos decir que Amiano, Zubillaga, Moha, Diego Reyes y Tamudo han vestido la camiseta de ambos equipos, cuando cada equipo era el suyo; y que 24 jugadores de ambos equipos han jugado con la camiseta y el escudo del equipo contrario.

Nadie quiere irse

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Han vuelto los tiempos de vino y rosas para la Real Sociedad. Terceros en la clasificación liguera, ¡en puestos de Champions!; cuartos en la Copa del Rey; en octavos de final de la Europa League, desplegando, a menudo, un juego primoroso. El club sigue creciendo en todos los aspectos, económica, social y deportivamente, y el equipo es una máquina de ganar: 20 victorias en 27 partidos. Disfrutamos en Anoeta; hay comunión entre el equipo y la afición; 1.554 aficionados están en lista de espera para hacerse con un abono; las entradas se han agotado por sexta vez en esta temporada y el renovado estadio se convierte en una olla a presión, batiendo récords de asistencia.

El presidente, ha sido reelegido por aclamación hasta 2027, para un cuarto mandato. Imanol ha renovado hasta 2025 y Roberto Olabe, el arquitecto, hasta 2026, rechazando ofertas como la del Aston Villa de Emery. Un triunvirato presto para apuntalar el futuro del club. Martín Zubimendi, en la agenda del Barcelona, ha renovado hasta 2027 y, mientras la dirección negocia con Merino su renovación, el conde también ha dado calabazas al club de Birmingham, que le ofrecía mejorar notablemente su ficha. Y para cerrar este círculo virtuoso, los fichajes mejoran las expectativas y, sobre todo, la cantera parece inagotable. Vino y rosas. O cerveza.

Sin embargo, no veo en la piel de toro la repercusión mediática que todo esto merece y ha tenido que ser un medio inglés el que lo destaque. El periodista Ian Hawkey, uno de los invitados por LaLiga para conocer de cerca el derbi, ha publicado en The Times un artículo titulado “La Real cosecha la recompensa de ser el club del que nadie quiere salir”.

En él habla del ambiente vivido en el Reale Arena en el partido contra el Athletic. De la sana rivalidad: “las ikurriñas ondearon tanto en el sector local como en el visitante”. Del récord de asistencia batido. Del 70% de canteranos que nutren el primer equipo. De la extraordinaria fertilidad de esta tierra para cosechar entrenadores, algunos de moda en la Premier League, como Mikel Arteta, en el Arsenal; Unai Emery, en el Aston Villa; y Julen Lopetegui, en el Wolverhamton Wanderers, que “provienen de un radio de ocho millas de San Sebastián”. También menciona a Xabi Alonso, en el Bayer Leverkusen; a Jagoba Arrasate, en Osasuna; y, por supuesto, a Imanol Alguacil. Olvida, sin embargo, que de esas escasas millas también procede Andoni Iraola, vecino de Imanol, que tan buen papel está haciendo en el Rayo Vallecano.

Hawkey destaca la economía sostenible del club, la conexión con la afición y con la región; la “inusual estadía”, promedio de permanencia de los jugadores en el club, que es de siete años; y la posición en la tabla: terceros, detrás de Barcelona y Real Madrid en la clasificación de la Liga. El genial periodista, concluye afirmando que, esta temporada, “para la Real, la Champions League es un objetivo más que viable”.

No sé hasta dónde llegan sus capacidades como augur, para hacer este tipo de vaticinios, pero lo cierto y verdad es que todo esto solo se puede leer en un diario inglés: The Times.

Tarjeta blanca

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Esta fotografía, publicada por El Mundo Deportivo el lunes 12-02-1973, muestra el momento en el que el árbitro saca tarjeta a Cobos, jugador del Betis, en el Camp Nou. En una foto en blanco y negro, la tarjeta solo puede ser blanca, pero en realidad era tan blanca como los pantalones del Betis. El pie de foto critica la actuación del colegiado Medina Iglesias y la califica de irregular, “pues mientras en algunas ocasiones no vaciló en enseñar la tarjeta blanca, infracciones graves quedaron, inexplicablemente, sin sanción”, y no se trata de un error, como vamos a ver.

El uso de las tarjetas en el fútbol nació como necesidad en 1966, durante la disputa del Mundial de Inglaterra, concretamente en el partido de cuartos de final que enfrentó a los anfitriones con Argentina. Hasta entonces, los árbitros amonestaban o expulsaban a los jugadores y entrenadores verbalmente. Así lo hizo el colegiado Rudolf Kreitlein cuando amonestó a Bobby y Jack Charlton, pero parece que nadie se percató de ello, ni en el campo ni en las gradas, lo que provocó una protesta formal por parte del seleccionador inglés al enterarse de las sanciones por medio de la prensa. Fue entonces cuando un destacado ex árbitro inglés, Keneth George Aston, propuso el uso de tarjetas, inspirado en los semáforos mientras caminaba por Kensington: color amarillo, precaución; color rojo, alto, ya no puedes seguir. Amarilla, apercibimiento; roja, expulsión.

Este sistema se utilizó por primera vez en el Mundial de México, en 1970. El soviético Kakhi Asatiani ostenta el dudoso honor de ser el primer futbolista al que se mostró una tarjeta amarilla y el chileno Carlos Caszely el primero en ver la tarjeta roja en un Mundial, además de forma directa. Después de esta Copa del Mundo, a mediados de la temporada 1970-71, todas las federaciones empezaron a aceptar la implantación del mismo en sus respectivos campeonatos. En el español, sin embargo, se comenzó a utilizar la tarjeta blanca para amonestar y la roja para expulsar.

Se han expuesto muchas teorías sobre el motivo del cambio de color amarillo por el blanco, incluso sobre su valor, pero ambas eran iguales en aplicación del reglamento: una tarjeta blanca servía como amonestación y dos cartulinas de este color, en un mismo partido, equivalían a una tarjeta roja. Así lo comunicó la Federación Española de Fútbol el 15 de enero de 1971, atendiendo a las peticiones de los árbitros.

Nueve días después, el 24 de enero de 1971, en la disputa de la jornada 19 del campeonato de Liga, un futbolista fue amonestado con la primera tarjeta blanca en Primera División. Fue en el campo de Sarrià, en el partido que enfrentaba al Español y el Sporting de Gijón. El colegiado Balaguer García lo hizo para amonestar a Enrique Castro “Quini”, por las continuas protestas del “Brujo” al trío arbitral. ”Quini” estrenó pues el tarjetero en la Liga española, en la que fue su primera temporada en Primera División, con sólo 21 años. Esta fue, además, la primera amonestación, tanto verbal como mediante tarjeta, de las 14 que recibió el “Brujo” a lo largo de sus 19 temporadas en activo.

Pero por qué el color blanco, cuando todo el fútbol mundial utilizaba el amarillo. Quien fuera secretario general de la Federación Española de Fútbol argumentó que como no pudieron acudir al Mundial de México, tuvieron que seguir el torneo por televisión. En 1970, la mayoría de los televisores todavía eran en blanco y negro y el de su casa no era una excepción, por lo que así fue como vio los colores de las tarjetas desde su domicilio, tomando por equivocación el amarillo como blanco. Este fue, al parecer el motivo por el que se implantaron las cartulinas blancas por decisión del organismo federativo a partir de entonces. Lo que no resulta explicable es por qué no convirtieron la roja en negra.

La Federación Española no podía mantener este criterio contra el mundo y en el verano de 1976, cinco años después de su implantación, decidió adoptar la normativa internacional y por fin llegaron las tarjetas amarillas al fútbol español. En septiembre de aquel mismo año, el presidente del Comité Nacional de Árbitros de España, José Plaza, anunció este cambio para las competiciones españolas, siendo la temporada 1976-77 la primera en la que se sacaron tarjetas amarillas en el fútbol español y el primer futbolista que recibió esta sanción fue Diego, el jugador de la Real Sociedad, nuestro Diego, el 4 de septiembre de 1976, en el partido inaugural de la temporada frente al Real Zaragoza, a los 12 minutos de juego, “por violencia”.

Desde hace una semana, la tarjeta blanca vuelve a los campos de fútbol para ‘premiar’ a los protagonistas del juego limpio, aunque de momento solo en Portugal. La colegiada Catarina Branco ha sido la primera en mostrar esta tarjeta en el partido de Copa que enfrentaba a los equipos femeninos de Benfica y Sporting de Lisboa, en el Estadio da Luz. El 21 de enero, Branco enseñó la tarjeta blanca a los servicios médicos de ambos equipos por su rápida intervención para atender a un espectador que se había desvanecido en la grada.

La tarjeta blanca ha sido presentada como una medida para “mejorar el valor ético en el deporte”. Para fomentar y reconocer el ‘fair play’ en el fútbol.