El 3 de octubre de 1979, Atotxa vivió una de sus noches mágicas. Emoción, buen juego, intensidad… y dos goles que dieron la victoria a la Real, en un partido épico contra el Inter.
Más de dieciocho mil aficionados llenaron Atotxa, dispuestos a animar al equipo en su intento de dar la vuelta al marcador adverso que se traía del partido de ida disputado en San Siro. Y muy cerca se estuvo.
El equipo italiano llegó confiado por el favorable marcador que traía, y saltó al terreno de juego con el propósito de defender el 3-0 conseguido en su estadio dos semanas antes. Pero a punto estuvo de pagarlo caro. Además de los dos goles, los realistas tuvieron numerosas ocasiones, mandaron dos balones a la madera y les escamotearon un claro penalti a López Ufarte. Los nerazzurri, sin embargo, sólo tuvieron una oportunidad de marcar, en un cabezazo a bocajarro de Muraro que salvó Arconada.
La Real desplegó desde el pitido inicial un juego rápido, intenso y valiente, desbordando coraje y superando en todo momento al rival. En el minuto 3, López Ufarte era zancadilleado dentro del área por Canuti, pero el colegiado inglés se llamó a andanas y no señaló el penalti. Desde el comienzo, los interistas se propusieron detener la avalancha de juego txuri-urdiñ a base de faltas y juego subterráneo. Sin llegar al minuto 5, Pasinato veía la tarjeta amarilla por agredir sin balón a Idigoras, quien a continuación remataba ante la meta del Inter enviando el balón a córner el meta Bordon.
La siguiente oportunidad donostiarra llegaba en el minuto 12, cuando un cabezazo de Alonso estrellaba el balón en el larguero. El juego de la Real hacía vibrar a sus aficionados y el primer gol no tardó en llegar. En el minuto 21, un centro de Diego es cabeceado por Alonso hacia la zona donde se haya Satrústegui, que remata flojo, pero el meta Bordon no logra blocarlo y, en el rechace, en medio de un gran barullo, el ariete donostiarra logra enviar el balón al fondo de la portería.
El equipo txuri-urdiñ seguía buscando la meta rival con ahínco, especialmente por la banda izquierda de Roberto López Ufarte. Pero el marcador no se movía, a pesar de las ocasiones que tuvieron Diego y Alonso y una magistral jugada de López Ufarte en el minuto 45, con la que termina la primera parte.
La segunda mitad transcurrió con el mismo guion. La Real obligó al Inter a seguir encerrado en su área para contener a un equipo volcado al ataque y defender numerosos saques de esquina. Por el contrario, los italianos fueron incapaces de llegar a la portería de Arconada, dedicándose a perder tiempo, tirándose continuamente al suelo, lo que desquició al público y jugadores, derivando en dos tanganas que no llegaron a mayores.
Antes del segundo gol, Satrústegui dispuso de otra ocasión de oro para marcar en un remate con el portero batido, pero el poste repelió el balón. En el minuto 77, Alonso realiza una gran jugada por la izquierda, apoyado en López Ufarte, profundiza hasta la línea de fondo y envía un pase atrás que Satrústegui empalma con la pierna izquierda para hacer el segundo.
Los últimos minutos fueron de intensa presión en busca del tanto que permitiese llegar a la prórroga, con el público en pie animando al equipo, pero el gol no llegó y la Real cayó eliminada. Quedó el regusto amargo de una victoria que no fue suficiente. Sin embargo, después de tres participaciones en competiciones europeas, cuatro eliminatorias y ocho partidos, éste quedó para la historia de la Real Sociedad como su primer triunfo europeo.
Ficha del partido
Pasados los años, los propios interistas recuerdan el partido como un mal sueño. “Nos encontramos muchas dificultades. Me acuerdo de la grada, del calor de la gente. La Real hizo un gran partido y, si te soy sincero, creo que mereció pasar aquella eliminatoria”, ha dicho Gabriele Oriali, titular aquella noche en el equipo italiano.
Si bien es cierto que el Inter ganó aquel año la liga italiana y que cinco de los jugadores que participaron en la eliminatoria, Marini, Oriali, Altobelli, Causio y el portero Bordon, fueron campeones en el Mundial de España de 1982, no lo es menos que, aquella temporada, la Real consiguió el subcampeonato de Liga, que no ganó por los amaños del Real Madrid, y que aquello fue el preludio de las ligas de 1981 y 1982.
Amaños del Madrid que costaron una liga a la Real Sociedad
Con el caso Negreira al pil pil, salpicando a los árbitros, quién se acuerda de los amaños de partidos entre directivos y jugadores.
Ocurrió en Sevilla, en la jornada 33, penúltima del campeonato de Liga de 1979-80. La Real se presentaba invicta en el Sánchez-Pizjuán, con 32 encuentros sin conocer la derrota (18 victorias y 14 empates) –38 contando desde el final de la campaña anterior–. Líder, con 50 puntos, uno más que el Real Madrid, al que además ganaba el goal average (4-0 en Atotxa y 2-2 en Madrid). Un empate en el campo del Sevilla, que no se jugaba nada deportivamente, le bastaba al equipo para depender de sí mismo en el último encuentro que debía disputar en Atotxa contra el Atlético de Madrid.
Una sola jornada separaría al equipo donostiarra de hacer historia: poder terminar la temporada sin perder un solo partido y, sobre todo, conseguir el título de Liga, algo impensable para un equipo modesto y formado exclusivamente por jugadores de casa. Un título de Liga que, efectivamente, sería el primero de su historia.
Durante la semana se habló mucho de primas a terceros. Como recuerda Alfredo Relaño, ya dos meses antes, el Betis había empatado en Atotxa y Benítez, jugador verdiblanco, confirmó en sede federativa que tenían prima del Madrid. “Llegó a decirse que fueron Pirri y su esposa, Sonia Bruno, quienes entregaron el dinero, hecho que nunca se confirmó.”
A nadie le pasó desapercibido que el entrenador del Sevilla era Miguel Muñoz, hombre con muchos años en el Madrid, y tanto el presidente blanco, De Carlos, como el entrenador, Vujadin Boskov, habían comentado durante la semana que no veían mal los estímulos a terceros. Lo que ambos tuvieron que rectificar. Toda la prensa y, en particular, el programa de radio de José María García, se ocupó intensamente del asunto.
El aficionado sevillista estaba harto de ver a su club manoseado en los medios por un pleito que le era ajeno. A las seis de la tarde, cuando empezó el partido, el campo estaba prácticamente lleno y la afición, entre expectante y enfadada. La Real fue recibida con una gran ovación. Su aventura de David contra Goliat le otorgaba muchas más simpatías que al Madrid. El partido empezó con un clamor: “¡García, atiende, el Sevilla no se vende!”
A la Real le faltaban Górriz y López Ufarte, uno de sus jugadores clave, hospitalizado por un cólico nefrítico. Al Sevilla, el portero, Paco, al que sustituyó el debutante Valero, y Scotta, el artillero argentino. Arbitró el madrileño Soriano Aladrén.
El Sevilla salió volcado desde el principio y su insistencia obtuvo premio con un gol en el minuto 30: lanzamiento de Montero a Juan Carlos, centro de éste y llegada de Bertoni, cuyo remate a bocajarro rechaza Arconada; pero él mismo recoge el rechace y marca. Al descanso, el Madrid pierde en Las Palmas 1-0.
Nada cambia en la continuación: el Sevilla aprieta y la Real espera. Llega la noticia del empate del Madrid. La Real se mueve y en el 65’ empata también: pase largo de Gajate al área, donde Satrústegui baja de cabeza a Zamora, que fusila. El linier levanta el banderín porque interpreta que cuando Zamora remata, Satrústegui está en fuera de juego posicional. Para Relaño, que asistió al partido y escribió la crónica del mismo, “no influía en la atención de Valero. Lo mismo estimó Soriano Aladrén y señaló el centro del campo. Pero los sevillistas se agarraron al banderazo y la protesta fue masiva y descomunal. Soriano expulsó a Blanco y Juan Carlos. Tan airadamente expresaron su enfado, que recibieron dos tarjetas amarillas cada uno. Años después, Blanco, técnico de cantera en el Sevilla, bromea:
– Estábamos muy motivados. – ¿Motivados o con prima del Madrid? – Je, je… Motivados.
El partido sigue, con empate a uno, y ahora con nueve contra once. Cuando termina la bronca, se sabe que el Madrid ya gana 1-2 en Las Palmas, lo que empujó a la Real a cuidar un empate que le valía. Eso, más las expulsiones, le crearon súbitamente una atmósfera muy contraria. El mismo público que le había recibido con una gran ovación, se volcó con su equipo tras las expulsiones; abucheaba ahora sus despejes, se indignaba con las cesiones a Arconada, se enardecía con las entradas duras de los suyos, aplaudía sus llegadas, que levantaban a la gente de sus asientos.
En el minuto 83’, un enésimo pase atrás, éste de Gaztelu, lo adivina Bertoni que quiebra a Kortabarria y clava un tirazo raso junto al palo. Es el 2-1. La Real ya no pudo reaccionar y así acabó su racha de 38 partidos invicta, y así se esfumó la Liga.
Ficha del partido
Desde Argentina, Bertoni recuerda con simpatía aquello. “Lo sentí por ellos, eran un equipazo. Pero siempre te excita ganar al líder, y más si está invicto. Sé que aún me recuerdan… “. No admite que recibiese prima, pero sí “un regalo del Madrid” que no precisa.
EL PAÍS, el 21 de junio de 1980, lo concreta con el siguiente titular: Los jugadores del Sevilla cobraron 4.500.000 pesetas por ganar a la Real Sociedad. El Comité de Competición, ocho días después de que se hubiera disputado el encuentro, citó a declarar, en la Federación española, a los jugadores sevillistas Bertoni y Blanco, éste como capitán. Bertoni ya conocía las condiciones y características de la prima prometida, así como quién le entregaría el dinero. Pero el jugador argentino silenció ante el Comité de Competición los detalles para el esclarecimiento del asunto y se limitó a contar únicamente los comentarios que en esas fechas aparecieron en los medios informativos.
Poco después, el Comité de Competición de la Federación Española sancionó al Real Madrid con 2.600.000 pesetas por primar a terceros, después de comprobar que los jugadores del Betis, mediada la segunda vuelta de la Liga, recibieron 75.000 pesetas cada uno por empatar en Atotxa el 16 de marzo, en la jornada 25. Benítez y Bizcocho lo reconocieron ante el Comité. El dinero fue entregado al capitán bético Benítez, que también fue sancionado por aceptar el dinero, entregado en el aeropuerto de Barajas por un señor de edad y una joven señora, que se aseguró eran el padre y la esposa de un ex jugador madridista.
Como sostiene EL PAÍS, el 6 de enero de 1983, “el Real Madrid, al recurrir a primar a terceros para ganar la Liga, protagonizó uno de los affaires más vergonzosos de su historia”. Sin embargo, “el Comité de Competición no sancionó la prima recibida por los jugadores del Sevilla por falta de pruebas, que posteriormente se descubrieron”.
Bastantes años más tarde, el 7 de diciembre de 2002, el sevillista Bertoni confirmaba en una entrevista concedida al periodista de Marca Daniel Pinilla, lo que hasta aquel momento había sido un secreto a voces: los jugadores del Sevilla habían jugado aquel partido dopados económicamente. El “regalo del Madrid”, consistió, efectivamente, en 4.500.000 pesetas, repartidas por Bertoni, antes de marcharse a Italia, a razón de 300.000 pesetas para cada uno de los quince jugadores convocados, los once titulares y los cuatro suplentes. Luego cada premiado apartó 10.000 pesetas para el masajista y el utillero, que salieron a 75.000 pesetas por cabeza. El entrenador del Sevilla, Miguel Muñoz, se negó a aceptar una sola peseta de aquel dinero.
Francisco Pérez, Yiyi, su compañero en el ataque bético, aquel fatídico 11 de mayo de 1980, confirmó a ABC, en una entrevista en 2007, que Bertoni tenía la prima del Madrid; y que la guardada en su frigorífico:
– “Me acuerdo el día que fuimos a buscar el dinero. Íbamos en el coche Montero, Valerita… Sólo subí yo. – ¿Adónde? – A casa de Bertoni. El dinero lo tenía él, estaba todo preparadito, en papel de platina, en fajitos. ¿Sabe dónde lo había guardado? ¡En el frigorífico! Yo se lo dije, “pero Daniel, hombre, ¿cómo has podido meter el dinero ahí?”. Me dijo que en ese lugar no miraba nadie. El dinero estaba fresquito, pero nos lo llevamos calentito.
En la última jornada, el Real Madrid ganó 3-1 al Athletic Club, y la Real hizo lo propio, con un 2-0 ante el Atlético de Madrid en Atotxa; victoria que no servía para impedir que la Liga se vistiera de blanco por un punto de diferencia.
Así, así ganó el Madrid, aquella Liga.
El año siguiente, Bertoni fichó por la Fiorentina. Cuando la Real ganó su primera Liga, recibió un mensaje: “Me llamaron los periodistas de Sevilla para decirme que la Real había salido campeón y que varios jugadores dijeron que me dedicaban el título a mí, a Daniel Bertoni.” El que guardaba la pasta en la nevera.
Con 16 años, José Ramón Esnaola Larburu (Andoain, 30-06-1946), ya formaba parte de la selección juvenil de Gipuzkoa y del equipo de su localidad natal, la S.D. Euskalduna.
En 1965, con 19, ficha por la Real Sociedad, como suplente de Adolfo Arriaga. Esnaola jugó 17 partidos esa temporada, a las órdenes del entrenador Galarraga. La siguiente la pasa en blanco por estar cumpliendo el servicio militar en los cuarteles de Loyola.
Cuando se reincorpora, en la temporada 1967-68, Jesús Mari Zubiarrain es el meta titular, hasta que una lesión le aparta del equipo. Fue el 31 de diciembre de 1967, frente al Elche, cuando Esnaola le sustituye para convertirse en una de las revelaciones de la temporada. El equipo donostiarra vence ese día con facilidad por 5 a 0. Su brillante actuación fue refrendada una semana después en Barcelona, donde consiguió dejar su portería a cero con una actuación que Marca calificó de sobresaliente, arrancando la Real un valioso punto del Camp Nou.
Unos meses después, en marzo, cae lesionado en un partido contra su futuro equipo, el Betis. Un choque con Jesús Irízar le produjo una fractura del maléolo tibial y la temporada se acabó para él. Durante su convalecencia el Atlético de Madrid se interesó por su fichaje y llegó a firmar con los colchoneros, pero finalmente desecharon su contratación por no superar el reconocimiento médico y en su lugar ficharon a Zubiarrain.
Esnaola quedó ya como dueño absoluto de la portería realista durante las siguientes cinco temporadas, en las que lo jugó prácticamente todo y se convirtió en uno de los guardametas mejor valorados del fútbol español. Era un portero ágil, intuitivo, que compensaba su déficit de altura con un potentísimo tren inferior y que desbordaba tranquilidad y serenidad bajo los palos. Su flema británica era tal, que sus compañeros de equipo le apodaron “el inglés”.
Todavía tenía 26 años, pero la cantera venía pegando fuerte y el club contaba con varios jóvenes porteros de gran proyección a los que Esnaola iba a bloquear en su progresión. En el verano de 1973, la Real le propuso su traspaso al Betis, entonces en Segunda División. Bajar de categoría le creó un mar de dudas, pero finalmente aceptó. La marcha fue su último acto de servicio al club:
“Estaba de vacaciones cuando se produjo el traspaso. La Real es el mejor club del mundo. Llevo ocho temporadas en la Real, el Betis está en Segunda, si no quería, no me iba, pero era una oportunidad para mí de mejorar las condiciones económicas y fue un mutuo acuerdo entre ambos clubes. Mi conciencia está tranquila, porque en los ocho años que he estado en la Real, he dado todo lo que llevaba dentro.”
Efectivamente, Esnaola mejoraba sus condiciones económicas, y la Real ingresaba doce millones de pesetas, que en aquel tiempo era mucho dinero. Pero, como se pretendía, con la marcha de “el inglés” también resultaron beneficiados Artola, Urruti y Arconada. El club se mostró tan agradecido que el presidente, José Luis Orbegozo, le impuso la Insignia de Oro y Brillantes, a pesar de no haber jugado diez temporadas en el club.
Tras disputar 207 partidos oficiales con la Real Sociedad, Esnaola iniciaba una nueva etapa en el Real Betis Balompié.
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En 1977, el Athletic y el Betis llegaron a la final de Copa, que volvió a llamarse Copa del Rey, después de tantos años siendo la Copa del Generalísimo. Fue una final de las épicas, que se resolvió en una infinita tanda de penaltis, con un duelo legendario, como los de los viejos pistoleros, entre Esnaola e Iribar, sobre el césped del Vicente Calderón. Sucedió la noche del sábado 25 de junio de 1977, cuando España bullía en los albores de la Transición.
El Athletic era el favorito. José Ángel Iribar capitaneaba un equipo que había sido tercero en la Liga y finalista de la Copa de la UEFA, que se le escapó por muy poco ante la fabulosa Juventus de aquellos años. Por su parte, el Betis había acabado quinto el campeonato de Liga, aunque a solo dos puntos del Athletic.
Los vizcainos siempre fueron un paso por delante de los béticos, pero la perseverancia verdiblanca hizo que nunca se quedaran atrás. En el minuto 14’ se adelantó el Athletic. Txetxu Rojo lanza un córner, Dani remata, Esnaola rechaza y Carlos remacha: 1-0. En el 45’, Cardeñosa lanza al palo un golpe franco contra el Athletic, hacia donde ha volado Iribar, el rebote lo recoge López y marca a puerta vacía: 1-1. El forcejeo de la segunda parte, termina sin goles. Hay prórroga. En el 97’, Benítez cede un balón atrás sin advertir que Dani andaba por allí, y el astuto extremo bilbaino lo recoge y marca con facilidad: 2-1. En el 116’, a cuatro minutos del final, se produce una falta junto al área del Athletic; lanza Cardeñosa y López, en el segundo palo, cabecea a gol: 2-2. Hay que ir a la tanda de penaltis. Un cúmulo de emociones fuertes, taquicardias y rasgos de grandeza espera a jugadores y aficionados.
Empieza tirando el Betis y van marcando alternativamente García Soriano-Guisasola, Del Pozo-Churruca, López-Escalza y Biosca-Irureta. 4-4. Queda el quinto lanzamiento, para el que los entrenadores han reservado a los mejores especialistas de ambos equipos desde los once metros: Cardeñosa y Dani. El bético engaña a Iribar, pero el toque de su sedosa zurda se marcha fuera. El Betis está perdido. Dani, especialista no solo del Athletic sino también de la Selección, tiene la final en su bota. Pero Esnaola lo tenía claro: “A lo largo de la semana pensé que Dani cambiaría su forma de rematar, porque nos conocíamos bien. Él solía hacer la parandinha y después lanzaba a la izquierda. Yo le aguanté al máximo, y él, efectivamente, cambió el tiro: lanzó a la derecha, y lo paré”. Esnaola había salvado ese primer ‘match ball’.
Hay que seguir. Ahora, con lanzamientos alternos hasta que un equipo coja ventaja, la muerte súbita. Se adelanta Sabaté… y gol. Tira Amorrortu… y gol. 5-5. Corresponde el turno a Alabanda, y para Iribar. El Betis está otra vez con la soga al cuello. Si marca el Athletic, todo habrá acabado. El turno es para Angel María Villar, tira… ¡y para Esnaola! ¡Otra vez jolgorio en el lado bético! En el siguiente llega la sorpresa; el lanzador bético es su guardameta. A Esnaola nunca le gustó tirar penaltis, pero entre los jugadores que quedaban sin tirar había gente muy tocada en lo físico o sin confianza. ¡Esnaola frente a Iribar! Los dos guipuzcoanos frente a frente. El Txopo era el ídolo de Esnaola; le tenía un respeto reverencial. Y el bético había sido suplente del mito del Athletic seis años antes, en la que fue su única convocatoria con la selección, en Cagliari ante Italia.
A pesar de todo, aquella noche, en el Calderón, Esnaola tiró de concentración. Con una naturalidad más propia de un avezado experto en penaltis, golpea con el interior de su pie derecho al palo izquierdo de Iribar, que se tira hacia el otro lado… ¡y gol! La foto que abre esta entrada capta a los dos porteros cruzando un apretón de manos tras el disparo. “Lo siento”, dijo en ese momento Esnaola, mirando a los ojos al Txopo. Un gesto de respeto eterno. Luego, se queda bajo los palos, dispuesto a hacer prevalecer la ventaja que ha dado a su equipo, pero Alexanco marca, restableciendo el empate. 6-6.
Esnaola recuerda que Iribar “no paraba de hablar con sus compañeros tras cada penalti”. Iribar recuerda que “trataba de animarles y darles confianza. Y también advertirles de que tras tantos lanzamientos el punto de penalti estaba en mal estado, se levantaba, tenía pequeños baches. Quería que aseguraran la colocación del balón sobre el césped”.
Hay que seguir. Eulate pone toda la presión sobre el Athletic transformando la decimoséptima pena máxima. Fue entonces cuando Esnaola creyó tocar el cielo al estirarse y desviar hacia su izquierda el zurdazo de Txetxu Rojo. ¡El Betis campeón! El delirio invade a los jugadores béticos celebrando el título… pero el árbitro García Carrión ha anulado el penalti, porque aprecia que el portero se ha movido justo antes del disparo y ordena la repetición del lanzamiento.
Las protestas y discusiones con el árbitro disparan la tensión sobre el césped y en la zona de banquillos hay jugadores rotos por el esfuerzo y la tensión. Sólo los dos técnicos, Rafa Iriondo, leyenda del Athletic, y Koldo Aguirre, aparentan mantener un mínimo de calma. La nueva descarga de adrenalina finaliza con el gol de Rojo en la repetición de la pena máxima. 7-7.
Así que hay que seguir. Son ya diecinueve penaltis, contando los dos de Rojo, y la tanda sigue igualada. Con los nervios desbocados ya casi nadie se atreve a tirar. Se ofrece Bizcocho, un fogoso lateral que nunca había ejecutado un penalti, y bate a Iribar, que roza la pelota con los guantes. Al capitán y leyenda del Athletic tampoco le gustaba tirar penaltis. “Creo que había tirado uno en mi vida”, recuerda Iribar. Pero asumió la responsabilidad. El Txopo recoge así el guante que le había lanzado Esnaola un rato antes, un rato que parecía ya una eternidad. Ahora, ¡Iribar frente a Esnaola! Tira con parandinha, a media altura y a la izquierda de Esnaola, que no cae en el engaño y desvía la pelota para ganar el título y ser de inmediato engullido por una marea verdiblanca que invade la portería. 8-7.
Han pasado las doce de la noche; ya es domingo. Tres horas y veinte minutos después del pitido inicial, el Betis es campeón de Copa por primera vez en su historia.
Después de parar tres penaltis, más un cuarto invalidado por el árbitro, Esnaola puso el broche de oro a su actuación marcando el definitivo a Iribar, para pasar a la historia. El sencillo guardameta andoaindarra, ya sevillano para siempre, tras ocho años en la Real, completó otros doce en el Betis, donde luego se quedó en el cuadro técnico veintiocho más.
Al aterrizar el equipo en Sevilla, miles de béticos invadieron la pista del aeropuerto. “Cuando logré bajar del avión –recuerda Esnaola–, el autobús que debía llevarnos a la terminal ya se había marchado. Tuve que ir entre los aficionados, que me subieron a hombros. Ese fue mi baño de masas”. Pero ni siquiera en aquel momento de inmensa alegría, saliendo del aeropuerto como un torero, dejó de tener una cierta sensación de tristeza por su ídolo derrotado. La memoria de José Ángel Iribar guarda aquel 25 de junio como “un día muy duro. Uno de los más difíciles que he vivido en mi carrera” y a José Ramón Esnaola, como “un gran amigo”… “pese a aquellos penaltis”.
El foot-ball iba calando en tierra vasca como el xirimiri. En marzo de 1905, el Athletic y The Union seguían organizando partidos amistosos con objeto de preparar la disputa de la Copa de ese mismo año, que se había de jugar en Madrid del 16 al 20 del mes siguiente.
Así pues, el día 25, en el expreso de Donosti llegaban a Bilbao, a las tres y media de la tarde, “los distinguidos jóvenes donostiarras” que componían el team del San Sebastián Recreation Club. Varios socios del Athletic y algunos jugadores esperaron a los donostiarras y, después de los saludos y presentaciones, se dirigieron al Hotel Catalina, donde se iban a hospedar los jóvenes sportmen.
La expectación que el partido había despertado era tal que ese mismo día El Noticiero Bilbaino informaba de que dada “la grandísima animación entre los aficionados para asistir al partido San Sebastián-Bilbao […], la empresa del ferrocarril de Bilbao á las Arenas ha acordado que circulen, además del servicio ordinario, dos trenes especiales”. En todos los cafés y paseos no se hablaba de otra cosa. Lo que hizo que, a pesar de lo inseguro del tiempo, el campo de Lamiako estuviera concurridísimo a primera hora de la tarde de aquel 26 de marzo de 1905.
Esta es la crónica del partido, el primer derbi jugado entre bilbainos y donostiarras, tal y como la vivieron, por parte bilbaína, “un delantero”, para El Nervión, y Joaquín de Laffytte, para El Pueblo Vasco, por parte donostiarra.
Así empieza la suya El Nervión: “Reñidísimo resultó el partido jugado ayer en Lamiaco entre los primeros “elevens” del Recreation Club de San Sebastián y el Athletic Club de Bilbao”.
“A las cuatro y cuarto en punto, en presencia de más de 3.000 personas, el inteligente aficionado señor Mutiozabal, que actúa de referee, da á los jugadores la orden de formar”.
“Corresponde la salida á San Sebastián que, con una preciosa combinación, consigue acercarse al gol contrario, siendo rechazados por los defensas. Desde el primer momento pudo apreciarse que los jugadores de San Sebastián se combinaban muy bien, y que el partido había de resultar competidísimo”.
“La lucha durante los primeros diez minutos fue muy movida, y ninguno de los dos bandos parecía estar dispuesto á dejarse dominar. Larrea está á punto de hacer un gol, pero Arsuaga, que se distingue, consigue lanzar la pelota al campo contrario. Sigue la lucha cada vez más interesante, distinguiéndose sobremanera el “medio” Forster [por parte donostiarra], que juega primores y nos recuerda al famoso “rojo” del Burdigala”.
“Los delanteros derechos de San Sebastián se pasan con acierto y consiguen dominar por algún tiempo, pero [“Luisito”] Silva, que está jugando muy bien, detiene el arranque de los donostiarras. Davies hace “driblins” preciosísimos que entusiasman al público y, pasada la pelota, Sota tira un bonito centro sin resultado. Forster, que está en todas partes, anima á sus jugadores con arrancadas de verdadero mérito, que detienen Silva y García, muy bien colocados. Los delanteros bilbainos empiezan á combinarse y, en una de sus arrancadas, Larrea tira la pelota por lo bajo, que vale el primer gol á los bilbainos”.
“Colocada la pelota en el centro, sale San Sebastián, que lejos de desanimarse parece dispuesto á la revancha. Cockran juega muy bien y entrega la pelota a Davies, que “dribla” admirablemente, rematando con un gran “shut” que salva con la cabeza el medio centro Forster, que está oportunísimo. Los de Bilbao dominan en este tiempo y atacan con grandes bríos al gol, armándose en dos ocasiones grandes barullos en la puerta de los de San Sebastián, distinguiéndose Arsuaga en la defensa”.
“El partido sigue reñidísimo y cuando falta poco para terminar el primer tiempo, [Mario] Arana, está á punto de meter con la cabeza el segundo gol que rechaza Calisalvo; [Alejandro] Sota, tira un gran “shut” que pega en el palo del gol y, á los pocos momentos, el referee ordena el descanso”.
“Los comentarios que se hicieron durante este tiempo por los aficionados, fueron animadísimos y todos coincidían en afirmar que el “team” de San Sebastián era muy completo y siendo las fuerzas tan iguales, la segunda parte tenía que resultar competidísima”.
“Formados de nuevo los jugadores, sale Bilbao y á los cinco minutos, en una salida que hace el golkeeper bilbaino, consiguen los de San Sebastián meter el primer gol. Empatados los bandos á un gol, el entusiasmo del público sube de punto y el arranque de los jugadores aumenta por momentos”.
“Larrea, que ha cambiado el puesto en el 2º tiempo, pasando á exterior derecha, lanza un “shut” colosal que rechaza Calisalvo, que está acertadísimo, consiguiendo librarse de las caricias de Dyer, que pretende cargar al golkeeper. Los bilbaínos dominan el partido, pero Arsuaga y Forster se encargan de rechazar sus ataques. Larrea está jugando en el segundo tiempo de un modo colosal, pero los delanteros centros de Bilbao no saben aprovechar sus pasadas. Se anima San Sebastián y consigue atacar en varias ocasiones al gol contrario. Cockran está admirable, jugando lo mismo con la cabeza que con los pies. Larrea, que dribla de un modo magistral, vuelve á acercarse al gol, lanzando un centro que vale cualquier cosa y que rechazan las defensas donostiarras”.
“El partido resulta muy competido y los jugadores están incansables. En una pifia de uno de los defensas bilbainos, uno de los delanteros donostiarras coge la pelota, el referee silva y Acha, dándose por enterado del aviso del referee, deja pasar á la pelota, que lanza el delantero que estaba á “obscit” (en órsay), por lo que el “gol” no es válido”.
“Los bilbainos dominan por completo en la última parte del partido, que es la más animada. Larrea sigue jugando muy bien y corre admirablemente la pelota por toda la línea, terminando con centros que, de haber estado oportunos los delanteros centros del Athletic, hubieran sido “gol” en más de una ocasión”.
“Termina el tiempo, pero como debido á algunos accidentes sin importancia, ocurridos en el curso del partido, se perdieron algunos minutos, el referee, cumpliendo lo que ordena el reglamento del juego, dispone que continúe la lucha, que da por terminada á los pocos momentos”.
Ficha del partido
Al atardecer, en Donosti, multitud de conocidos “sportmen” visitan la redacción de El Pueblo Vasco pidiendo noticias sobre el resultado, que el periódico hace público en la siguiente nota: “A las siete recibimos el siguiente telefonema de nuestro corresponsal sportivo que expresamente marchó á Bilbao con objeto de informarnos: “Resultado del “match” empate á un “goald”. Entusiasmo indescriptible. Magistralmente Forster, Aurrecoechea, Arsuaga, Calisalvo, Minondo y Solana. Banquete ofrecido por el Club Bilbao. 3.000 personas asistieron al “match”. Llegaremos mañana”.
Las conclusiones a las que llegaron ambos periódicos no tienen desperdicio.
Para El Nervión, “el partido de ayer resultó muy superior y es, sin disputa, el mejor que se ha jugado en los campos de Lamiaco, con Sociedades de fuera de Bilbao”.
“Entre los donostiarras, hay jugadores de primera, sobresaliendo Forster, que es el mejor “medio centro” que se ha visto en Lamiaco. Los jugadores bilbainos deben convencerse de que tienen que ensayar mucho, y de que no hay tiempo que perder, pues el campeonato se viene encima”.
“En suma, que el público salió satisfechísimo del partido, y que los donostiarras están en condiciones de poder competir con cualquier Club de España, ya que ayer supieron colocar su pabellón á la altura del de los campeones”.
Para el Pueblo Vasco, “el héroe del día fue el inglés Forster, que jugó admirablemente, siendo ovacionado á cada momento. Todo el mundo reconocía que era el mejor jugador del campo. Le secundó Arsuaga, nuestro simpático “back”, que llamó la atención por su juego limpio y elegante. Entre los dos sostuvieron toda la jugada ayudados por los demás jugadores, que hicieron más de lo que esperábamos. Aurrecoechea, Minondo, Sena y Solana jugaron muy bien; éste último fue el que hizo el “goald”. Calisalvo defendió el “goald” con mucho valor y sangre fría, por lo que fue frecuentemente ovacionado”.
“Del equipo de Bilbao, aunque ya conocido del público por haber luchado con los principales equipos extranjeros y por ostentar el título de campeón de España, haremos especial mención de Larrea, que fue el que más jugó. Admirablemente Cockran, Sota y Acha”.
Aunque, al final, no hubo vencedores, ni vencidos, como dice La Voz de Guipúzcoa, lo cierto es que el empate supo a gloria, a triunfo. El Pueblo Vasco lo pone de manifiesto exclamando: “¡Un triple hurra en honor de nuestros paisanos, cuyo triunfo ha sido colosal! El “Atletic” de Bilbao es la Sociedad de “foot-ball” más vigorosa y mejor constituida de España. Creada hace años, forman parte de ella jugadores verdaderamente temibles… Aún se recuerda entre los aficionados al sport la brillante lucha que sostuvo con los clubs de Barcelona y Madrid para ganar el campeonato de España… Sin embargo, al comenzar su vida, nuestro Club lucha con el coloso Atletic y quedan empatados á un goald… [lo que] supone una lucha terrible y encarnizada. Se conoce que la habilidad y astucia de ambos bandos riñeron largo rato disputándose la victoria que, si bien quedó indecisa, puede atribuírsela el Club donostiarra por las condiciones en que luchaba”.
“Esto mismo han debido reconocerlo sus nobles adversarios, quienes en prueba de admiración y cariñoso homenaje les obsequiaron anoche con un banquete”.
Finaliza su crónica con las copas al aire. “Después del match tuvo lugar el espléndido banquete con que los socios del Athletic obsequiaron á los del S.S.R.C.; reinó la alegría natural de estos casos… [y] al destaparse el champagne se brindó por la prosperidad de ambos Clubs”.
La vuelta no fue menos triunfante: “En todos los pueblos intermedios, numeroso gentío acudía á la estación á ovacionar á los excursionistas, disparándose cohetes y chupinazos”. Al final del viaje, numeroso público acudió también a la estación, “siendo la mayor parte socios del San Sebastián Recreation Club, que aclamaron a los jugadores con gran entusiasmo”, pensando ya en la revancha a jugar en el campo de Ondarreta.
Caía un ligero xirimiri mientras se remangaba el jersey y flexionaba las rodillas. Al borde del área, una hilera de balones moteaba la negrura del barro. Un ojeador le había visto en el Campeonato de Guipúzcoa, había comentado que apuntaba maneras, y Benito Díaz, el entrenador del equipo, le había convocado para hacer una prueba. Si la superaba, ficharía por el primer equipo de la Real Sociedad.
Aquella tarde, Eduardo Chillida había llegado a Atotxa vestido de calle, con la armadura de portero bajo el brazo, pero cuando se dirigía al vestuario, el tío Benito, le dijo que no se cambiase, que fuera a la portería. “De repente me encontré bajo los palos –recordaba en ABC–, tirándome en el barrizal, mientras varios jugadores disparaban sin parar. Llegué a casa con un aspecto lamentable. Unos días después, Díaz me mandó llamar: “Estás fichado”, me dijo. De esta manera empezó todo”.
El 27 de septiembre de 1942, con 18 años, Chillida debutó como guardameta titular en el primer equipo de la Real Sociedad, un equipo recién descendido a Segunda División, con su padre, Pedro Chillida, recién llegado a la presidencia del club, precisamente, con el objetivo de regresar a Primera. Aquel día también debutaron sus compañeros de equipo Santi y Tellería. Y lo hicieron en Pamplona, con derrota frente a Osasuna por tres a dos.
Durante unos días, Eduardo sintió una extraña frustración que, como una niebla pasajera, se disipó con la victoria por la mínima ante el Constancia en casa. Las dos palizas a Sabadell, ocho a dos, y Ferroviaria, cero a ocho, convirtieron al equipo donostiarra en el más goleador de la Liga de Segunda y le hicieron soñar. El trabajado uno a cero frente al Gerona los colocó líderes, con una ventaja de dos puntos, y llegó la felicidad. Contra el Alavés, terminó imbatido, con un cero a dos. Ante el Terrasa cosecharon otra abultada victoria por siete a uno. La visita de Osasuna a Atotxa se saldó con un sufrido dos a uno y empataron a uno contra el Constancia. Las tres jornadas que Eduardo no jugó, las vivió con más nervios que bajo palos. Volvió para enfrentarse al Alavés y la victoria por cinco a uno les proclamó definitivamente vencedores del segundo grupo y les postuló como uno de los más serios aspirantes al ascenso automático. En la última jornada, consiguieron otra victoria por dos a cuatro contra el Terrasa.
Eduardo Chillida Juantegui (Donostia, 1924-2002) era un portero de extraordinarios reflejos, ágil y rápido, que enseguida fue apodado ‘el gato’ por los periodistas de la época. Le fascinaba el lenguaje geométrico del fútbol: rectángulo de juego, círculo central, línea de banda, saque de esquina, palo corto, palo largo, semicírculo del área, esférico… “La portería –decía– es el lugar tridimensional del campo, es donde ocurren todos los fenómenos complejos del fútbol, cosas que tienen que ver con la geometría: por ejemplo, cuando un portero sale a buscar al delantero, está reduciendo el tamaño de la portería”. Tenía pues una visión excepcional del fútbol.
Acabaron la Liga con la mayor ventaja al subcampeón de todos los grupos de Segunda, y el ascenso a Primera estaba más cerca. Las banderas blanquiazules pintaban los balcones de Donosti. Incluso su mujer, Pilar Belzunce, que desdeñaba el fúlbol, acabó sabiéndose la melodía de la alineación: Chillida, Patri, Tellería, Izaga, Santi, Urbieta, Pérez, Bidegain, Unamuno, Ontoria y Pedrín. En la fase de promoción, S.D. Ceuta, Real Gijón, C.F., Real Valladolid Deportivo, C.D. Sabadell, F.C., y Xerez, C.F., eran los últimos escollos para alcanzar el sueño.
En la tercera jornada, la Real Sociedad viajaba a Valladolid. Aquel 14 de febrero de 1943, Chillida saltó al José Zorrilla con la ilusión de afianzar el objetivo. Al descanso perdían uno a cero, pero en la segunda parte reaccionaron y dieron la vuelta al marcador con tres goles. Fernando Sañudo, delantero del Valladolid, con el nueve a la espalda, no tenía su día; cabalgaba desorientado por el campo, con la pólvora mojada. En la grada se encomendaban para que cazase, al menos, un córner. Pero los centros sobrevolaban tibios el corazón del área y ‘el gato’ los despejaba a zarpazos. En uno de tantos, Chillida saltó con autoridad y Sañudo intentó rematar. Chocaron y cayeron al césped. El encontronazo le provocó una grave lesión en la rodilla, la peor, la tríada. La Real ganó 1-3 y encarriló su posterior ascenso, pero aquel partido cambió para siempre el destino de Eduardo Chillida.
Ficha del partido
Fue operado varias veces, incluso reapareció dos meses después de la lesión, el 19 de abril, en un amistoso que enfrentó a la Real Sociedad y al Real Madrid, pero nunca se recuperó. De hecho, fue en ese mismo partido, su último partido, cuando se resintió nuevamente de la rodilla al salir de la portería para hacerla más pequeña y evitar el tanto del empate.
Chillida jugó 14 partidos oficiales aquella temporada (11 de los 14 de Liga y 3 de la Promoción de Ascenso) en los que encajó 15 goles, con un promedio de 1,07 por partido. Muchos hablaron de Selección. Incluso lesionado, Real Madrid y Barcelona se interesaron por él, pero su padre se opuso a cualquier traspaso. “Sin exagerar, hubiera sido el Arconada de la época”, llegó a asegurar Benito Díaz.
De esta manera acabó todo. A modo de resumen, Eduardo Galeano escribió en El fútbol a sol y sombra:
“Eduardo Chillida era guardameta de la Real Sociedad, en la ciudad vasca de San Sebastián. Alto, enjuto, tenía una manera muy propia de atajar, y ya el F.C. Barcelona y el Real Madrid le habían echado el ojo. Decían los expertos que ese muchacho iba a heredar a Zamora.
Pero otros planes tenía el destino. En 1943, un delantero rival, que por algo se llamaba Sañudo, le rompió los meniscos y todo lo demás. Al cabo de cinco operaciones en la rodilla, Chillida dijo adiós al fútbol y no tuvo más remedio que hacerse escultor.
Así nació uno de los grandes artistas del siglo”.
Tras abandonar el fútbol, se trasladó a Madrid para estudiar arquitectura, pero poco después abandonó la carrera para dedicarse a tiempo completo a la escultura y el dibujo. Así es como ‘el gato’ emprendió el camino que le convertiría en poeta del hierro. Siempre, fiel seguidor de la Real Sociedad.
Chillida no era partidario de explicar el sentido de sus creaciones, sin embargo, insistía en sus declaraciones sobre la relación que había tenido su pasado como portero en su faceta de escultor. “Un periodista –recordaba–, estaba escandalizado porque yo hubiera sido portero de fútbol y escultor. No veía la relación entre una cosa y otra y yo le convencí de que estaba en un error”: “La portería, entre el marco y el área, es un espacio tridimensional, es un diedro, y ahí es donde está el portero y donde ocurren todos los fenómenos verdaderamente activos del fútbol. El portero tiene que desarrollar una serie de condiciones muy especiales de intuiciones espacio temporales, muy rápidas y muy inmediatas, relacionadas con estos dos misterios, el espacio y el tiempo, lo que me hace pensar, le dije yo, que las condiciones que hacen falta para ser un buen portero y un buen escultor son prácticamente las mismas”.
En otra ocasión utilizó argumentos similares para explicar cómo hacía para detener penaltis. “En vez de colocarme en el centro de la portería, como hasta el portero más heterodoxo hace, me situaba un poco hacia un lateral, para dejar menos hueco y así obligar al futbolista a disparar por el otro lado, el que yo había elegido para tirarme. No es poco intuir por dónde van a ir los tiros […] Cosas como estas tienen que ver con el espacio, el tiempo, la velocidad y la geometría”.
Reconocido como uno de los escultores más relevantes del siglo XX, Chillida fue siempre un realzale más. Arconada le recuerda en la celebración del primer título, el de 1981, cuando el equipo campeón volvía a casa entre vítores y aplausos: “Veníamos desde Vitoria, recorriendo diferentes localidades de Guipúzcoa y, en la entrada a Donostia, a la altura del túnel del Antiguo, vi a Eduardo y a Pilar entre la multitud, como dos realistas más, festejando el título. Pedí que parase el autobús y bajé a saludarle y compartir con él ese primer éxito de nuestro querido equipo”.
En el atardecer donostiarra, entre la luz naranja y morada que flota sobre el mar, resuenan las palabras que Petón escribió años después: “El Peine del Viento es el vuelo de una ciudad sobre la mar, la estirada definitiva de un portero, una tarde de Atocha para siempre, el último remate del Cantábrico, la puerta marina de San Sebastián”.
Ariadna, con su hilo de luminoso y noble oro, nos lleva hasta 1904, ni 3 ni 5, como se puede leer por ahí.
El Pueblo Vasco del 24 de marzo de 1904, incluye en su portada un artículo titulado San Sebastián Recreation Club, en el que el periodista Gil Baré da respuesta a las preguntas que se había hecho cinco meses atrás.
“Un conjunto de jóvenes aristocráticos que residen en San Sebastián […], proyectó hace tiempo organizar un Club dedicado exclusivamente á los sports. La idea fue acogida con entusiasmo; conocidas personalidades se adhirieron al proyecto y hace unos días que se celebró la primera reunión, en la que se trató de organizar la nueva Sociedad. De entre las distinguidas personas que asistieron á la reunión, resultaron nombradas, por unanimidad, para presidente del Club, don Jorge de Satrústegui; señor Zulueta, vicepresidente y director de hockey; Antonio Got, secretario, y los señores Azqueta y Letamendia, vocales”.
“El objeto de la nueva Sociedad es, como queda ya dicho, fomentar en esta capital todos los deportes conocidos. Cada día de la semana habrá partidas de “lawn tennis”, “foot-ball”, “hockey”, “goalf”, etc., etc.”
“San Sebastián Recreation Club cuenta ya con cincuenta socios, a pesar de los pocos días que lleva de vida. El reglamento que regirá á la nueva Sociedad está ya aprobado, faltando únicamente ser presentado á la autoridad gubernativa para la constitución legal de la agrupación”.
El San Sebastián Recreation Club nace como un club polideportivo que, entre sus diversas secciones, incluye una dedicada al foot-ball. Este es pues el primer club de fútbol formalmente establecido en la ciudad, aunque la confirmación oficial tardará unos meses en llegar.
Como dijo Gil Baré, la iniciativa surge de un “grupo de jóvenes aristocráticos” liderados por el sportman Jorge de Satrústegui, lo que confirmará en otro momento al asegurar que la agrupación era el “punto de reunión de toda la alta sociedad de San Sebastián, que como es sabido, constituye el núcleo del “Recreation Club”. (EPV, 10-12-1904)
Sus colores son el verde y el amarillo, que el club “luce en la bandera de la Sociedad. Lleva ésta tres bandas verdes seccionadas por dos líneas amarillas y bordeada toda ella por un filete rojo, con las letras S.S.R.C. en el centro”. (EPV, 31-03-1904). Colores que recuperará la Real Sociedad como segundo uniforme en las temporadas 2007-08 y 2008-09.
El 27 de agosto de 1904, El Pueblo Vasco y La Constancia informan de la aprobación, por el gobernador civil, del reglamento por el que ha de regirse la Sociedad, con lo que el club queda formalmente establecido.
Las campas de Ondarreta son el lugar elegido por el “Club donostiarra” para disfrutar del deporte que apasiona a sus socios y, en solo unos meses, se empieza a ver un gran potencial. “Bien es verdad –leemos en El Pueblo Vasco– que, en su mayoría, lo constituyen jóvenes muy diestros en el foot ball por haberse educado en colegios extranjeros, donde se cultiva con asiduidad este vigoroso deporte”. El club quiere dar un salto cualitativo y piensa ya en acudir al próximo Campeonato de España a jugar en Madrid en 1905.
Termina el año con la convocatoria de “los dos teams de foot-ball de este Club para inaugurar la serie de partidos que se proponen jugar durante el invierno, con el fin de prepararse para asistir á los campeonatos que tendrán lugar durante la primavera en Madrid, Bilbao, Burdeos y otras capitales”, informa La Voz de Guipúzcoa el 31 de diciembre de 1904. “He aquí la lista de los señores que componen los dos teams que han de luchar hoy. Primer team.-Señores Laffitte, Vega de Seoane, Aurrecoechea, Manso de Zúñiga, Egaña, Letamendia, Albizu, Martínez, Artola (E), Berraondo y Asuero. Segundo team.-Señores Elósegui, Ortega, Tejada, Bruzón (J), Peña, Prado, Sena, Dorda, Bruzón (A), Perojo y Calisalvo”. Debemos tener en cuenta que, en los tiempos que comentamos, el orden de las convocatorias era inverso al que estamos acostumbrados a ver hoy, por lo que el portero es el último de la relación.
Y empieza 1905, con la renovación de la junta general celebrada el 7 de enero en el Palacio de Bellas Artes. “A la sesión acudieron unos 80 socios. Primero se aprobaron las cuentas del pasado año, acordándose por unanimidad un voto de gracias á la Junta saliente por sus acertadas gestiones en pro de la sociedad. Después se procedió á la votación de nueva junta directiva, resultando elegido entre grandes aplausos para el cargo de presidente don Jorge de Satrústegui; vicepresidente, al señor Schoulhe; tesorero, don Carlos Uhagón y secretario don Enrique Dorda. Fueron elegidos vocales los señores Egaña (don Jaime), Calisalvo (don Luis) y Prado. Por la noche, un banquete servido en el hotel du Palais, reunió á los individuos de las Juntas entrante y saliente”. (EPV, 8-01-1905)
El 19 de marzo de 1905, día de San José, como se anunció en la prensa, el S.S.R.C. da un paso más en el camino que le llevará al Campeonato de España que se había de celebrar en Madrid los días 16, 17 y 18 de abril, después de jugar el primer derbi entre bilbaínos y donostiarras en las campas de Lamiako. A las tres y media, se disputa “un interesante partido de foot-ball entre el primer equipo del S.S.R.C. y el primero del Irún Foot-ball Club”, que accede “á la galante invitación de la primera de estas sociedades”.
El partido había despertado gran expectación en la ciudad, “por lo igualado de las fuerzas”, y el día salió espléndido, “como uno de los mejores del estío”. El aspecto que presentaba el campo de Ondarreta era inmejorable. “Una banda de música contribuyó también á que el espectáculo obtuviera mayor animación y el desfile de tanto carruaje, tranvías repletos y gente que cruzaba á lo largo de la Concha, fué igualmente brillante y nutrido”.
El team del San Sebastián Recreation Club “formado por los señores Gil, Goitia, Minondo, Sena, Solana, Regalado, Martínez, Aurrecoechea, Perojo, Artola é Iñiguez”, no defraudó a los donostiarras.
“El resultado del partido fué tres goals contra cero ganados por el S.S.R.C. Todos los jugadores rayaron á gran altura, distinguiéndose los señores Aurrecoechea (capitán), Sena, Regalado, Minondo y Solana, que jugaron magistralmente, con una combinación asombrosa. En el orden de la plaza se distinguió el señor Calisalvo. Del equipo de Irún, merecen mencionarse el señor Barquín y los zagueros señores Loinaz y Rodríguez. Muy bien los goal-keppers de ambos campos, señores Iñiguez y Atienza. La revancha, que se jugará en Irún, tendrá lugar el día 2 de abril. El sábado próximo saldrán para Bilbao los jugadores que han de tomar parte en el match contra el Athletic Club de Bilbao”. (EPV y LVdG, 20-03-1905).
En estas alineaciones del San Sebastián Recreation Club vemos jugadores como Artola, Martínez, Albizu, Gil, Aurrecoechea, Sena y Minondo, que veremos después en la Real Sociedad, y medio equipo ya había jugado en el Vasconia, en el tiempo de gestación.
Si hay un momento histórico en la historia de la Real Sociedad ese es el del primer título de Liga en Gijón. Bueno, pues, casualidades de la vida, allí estaba Enríquez Negreira, el colegiado del ‘Barçagate’, arbitrando el partido.
Efectivamente, José María Enríquez Negreira arbitró el 26 de abril de 1981 aquel partido en El Molinón en el que la Real Sociedad conquistó su primer título de Liga. Álvaro Vicente nos ha recordado en El Diario Vasco una anécdota de aquel día que le deja en buen lugar –dice–; no sé yo si también entre los seguidores del Real Madrid.
Como todos sabemos, el gol de Zamora llegó a 27 segundos de alcanzarse el minuto 90. La Real perdía 2-1 ante el Sporting, mientras el Real Madrid había ganado 1-3 al Valladolid. Necesitaba el empate y la Liga se escapaba por segundo año consecutivo. En Zorrilla, Boskov, Miguel Ángel y García Hernández se abrazaban. Juanito, cumpliendo su promesa, cruzaba el campo vallisoletano de rodillas para dar las gracias por el título.
El partido había acabado en Valladolid, pero en Gijón el reloj seguía corriendo, cuando los dos partidos habían empezado a la vez. Enríquez Negreira demoró dos minutos el arranque de la segunda parte. Solo él sabe la razón, pero las exigencias con la indumentaria fueron exquisitas en el descanso. Es lo que confesó el propio árbitro en un almuerzo celebrado en una sociedad donostiarra en la que jugadores, directivos y amigos conmemoraron el aniversario de aquel título diez años después, como informa Álvaro Vicente.
Lo que ocurrió en aquellos segundos eternos es inolvidable. En el palco, José Luis Orbegozo aguantaba la tensión como podía. Cuando faltaba un minuto, el periodista José María García se le acercó en directo: “Presidente, el Madrid está celebrando el título. Otra Liga que se va”. “Bueno –le contestó Orbegozo– queda muy poco, pero vamos a confiar en lo que queda…”
Entonces, Julio Olaizola controla un balón rechazado por la defensa del Sporting, encerrado en su área. El lasartearra cruza la medular y lo abre a la izquierda, donde se encuentra Periko Alonso. A su centro, a la desesperada, corre Satrústegui, que no llega a tocar el balón, pero molesta al meta asturiano Castro que despeja en corto. El balón llega a Gorriz, que intenta el remate desde lejos, pero falla, quedando el balón muerto, debido al agua que se acumula en el terreno de juego. Zamora lo recibe y remata con fuerza, casi raso. Castro se lanza y llega a tocar el balón, elevándolo, pero sin poder evitar que se cuele en su portería. Un gol que dio a la Real su primer título de Liga.
Enríquez Negreira señaló el final del partido tras sacarse de centro.
Después de haber recordado la peripecia de Harry Lowe en la ciudad del Turia, por la que aquel 24 de marzo de 1935 se convirtió en el jugador más veterano de LaLiga a sus 48 años y 226 días, récord que aún perdura, no podemos pasar por alto que Harry el viejo, fue también protagonista de otro recórd en sentido contrario: el del jugador más joven en debutar en Primera División.
Un año antes, el 4 de febrero de 1934, había hecho debutar en el Donostia Football Club (la Real de los tiempos republicanos) a Pedro Irastorza con 15 años y 288 días. Fue en la jornada 14 del Campeonato de Liga de la temporada 1933-1934, en el campo de Les Corts de Barcelona, de donde el equipo salió derrotado por 4 a 0.
Ficha del partido
Se da la circunstancia de que en la temporada siguiente (1934-1935), con 16 años, Irastorza saltó al campo de Mestalla con Harry Lowe, en aquel partido en el que el entrenador volvió a calzarse las botas.
Pedro Irastorza Ayerbe nació el 22 de abril de 1918 en Zaldibia (Gipuzkoa) y las crónicas de la época dicen que era un centrocampista “muy aguerrido”, a pesar de su edad. Tras el descenso a Segunda División jugó en Osasuna hasta que estalló la Guerra Civil. Después, continuó jugando en el Campo de San Juan, hasta su vuelta a la Real Sociedad en la temporada 1941-42, para retirarse en la siguiente jugando en el Murcia.
Aún hoy, sigue siendo el jugador más joven en debutar en la historia de la Real Sociedad y el tercero de LaLiga, superado en la temporada 1939-1940 por Francisco Bao “Sansón”, criado en el barrio vigués de Lavadores, que debutó con 15 años y 255 días, en el Celta de Vigo; y por el argentino Luka Romero, el ‘Messi mexicano’, en la temporada 2020-2021, que lo hizo con 15 años y 219 días, en el Mallorca.
Veteranía y juventud, al menos en este caso, son las dos caras de una misma moneda.
Estamos tan acostumbrados a ver a la Real Sociedad, en los informes del CIES Football Observatory, entre los equipos más jóvenes de las cinco grandes ligas europeas, que más de uno se sorprenderá al saber que tenemos el récord del jugador más viejo sobre el campo, de la historia de LaLiga.
El viejo es Harry Lowe, jugador británico que colgó las botas en 1928 y llegó a la Real Sociedad para sustituir al mítico entrenador Benito Díaz, el tío Benito, que había emigrado a Francia para dirigir al Girondins de Burdeos.
Lowe terminó su primera temporada, 1930-1931, con la Real clasificada en tercera posición. Fue líder desde la 5ª a la 12ª jornada, pero llegó al final del campeonato empatada a 22 puntos con el Athletic Club y el Racing de Santander. El goal average dio el título a los bilbaínos y dejó a los donostiarras en tercera posición. La mejor clasificación liguera de la Real Sociedad durante casi 50 años, hasta el subcampeonato de Liga en la temporada 1979-80.
El 14 de abril de 1931 se izaba la bandera tricolor en la balconada consistorial de Eibar. Proclamada la República, Alfonso XIII tomaba el camino del exilio y el 27 de junio, “ateniéndose a exigencias de la realidad”, el club decidió retirar la corona del escudo, suprimir la denominación de Real y adoptar el nombre de Donostia Football Club.
En su segundo año como entrenador, el Donostia, F.C. quedó antepenúltimo, con la singularidad de haber marcado más goles que el campeón de Liga. La progresiva profesionalización del fútbol, con el consiguiente aumento de los gastos, fue causa de las dificultades económicas por las que atravesó el equipo en esta etapa de su historia. A pesar de todo, mejoró su posición en las dos siguientes: 6º en la 1932-33 y 5º en la 1933-34, a solo un punto del tercer clasificado.
Pero si por algo ha pasado a la historia de La Liga Harry Lowe, es por lo que ocurrió el 24 de marzo de 1935 en Valencia. El Donostia, F.C. tenía que disputar en Mestalla su encuentro con el Valencia, C.F. correspondiente a la decimoséptima jornada. Por aquel entonces no estaba permitido hacer cambios en los partidos, las sustituciones no se aprobaron hasta finales de los años sesenta; es decir, que los once jugadores que iniciaban el encuentro debían terminarlo, por lo que era habitual que, en los desplazamientos largos y costosos, los clubes modestos viajaran solo con los once futbolistas que iban a jugar.
Se dio la circunstancia de que, durante el viaje, enfermó uno de los jugadores donostiarras; probablemente el delantero Insausti, aunque las crónicas de la época no lo especifican. Como no podía disputar el encuentro, ante la tesitura de tener que hacerlo con solo diez jugadores, Lowe optó por calzarse de nuevo las botas, con 48 años y 226 días. Sólo acertó a decir: “Mejor con once que con diez”.
Su aportación fue más estética y humana que futbolística; quizás allí nació el medio estorbo. Pero jugó los 90 minutos y, recordando sus viejos tiempos en el Tottenham, tuvo el honor de dar a Olivares la asistencia para que marcara el único gol donostiarra de aquel estrambótico partido que terminó con un apabullante 7 a 1.
Ficha del partido
Este episodio, calificado por estudiosos del fútbol como mítico, pero del que existe constancia documental de la época, está reconocido por LaLiga de Fútbol Profesional: “la Real tiene el honor de haber contado en sus filas con el jugador más veterano que jamás pisó un terreno de juego en la Primera División española”; aunque con un error en el cálculo de la edad, porque Horace ‘Harry’ Lowe nació el 10 de agosto de 1886. Un récord prácticamente imbatible. Con 41 años, Joaquín, el jugador del Betis, el más longevo de nuestro tiempo, tendría que jugar ocho años más para superarlo.
Aquella aciaga temporada (1934-35), la Real Sociedad (Donostia, F.C.) sufrió el primer descenso de su historia, al acabar el campeonato en penúltima posición, y Harry Lowe terminó su vinculación con el club.
La llegada en 1887 de la reina María Cristina, con objeto de tomar baños de mar, condicionó el futuro turístico de nuestra ciudad, que pronto empezó a mostrar su vocación cosmopolita. El veraneo real, traía consigo a gran número de personajes de la corte y miembros del Gobierno, pero por debajo de aquel San Sebastián mundano y aristócrata, que tan poco gustaba a Pío Baroja, latía una ciudad al ritmo de su tiempo.
Tirando del hilo de Ariadna tendido por la prensa de la época, sabemos que desde que el foot-ball dejó de ser cosa de ingleses se jugaba en Donostia.
se puede leer en La Unión Vascongada del 27 de agosto de 1898, y, con solo unos días de diferencia, que los señores Lequerica, Mazpule, Silva, Castroviejo, Lafitte, Zaldo, Urruela y otros entusiastas aficionados habían creado una sociedad con objeto de jugar al foot-ball.
La Voz de Gupúzcoa del 9 de agosto de 1902, se hace eco de que distinguidos jóvenes de San Sebastián habían constituido una sociedad para jugar al foot-ball association. Los goals (porterías) se habían encargado a Madrid y los balones y equipos a Londres.
En la misma columna se informa que la tarde anterior algunos sportmen se habían entrenado en el Velódromo de Atocha, sitio escogido, además de la explanada de Ondarreta, para jugar a este deporte.
El primer club donostiarra del que tenemos constancia es el Vasconia Foot-ball Club, que en la primavera de 1903 concita la expectación de los aficionados donostiarras.
Tanto La Voz de Guipúzcoa como La Unión Vascongada publican sendas crónicas del partido disputado en el Velódromo de Atocha el domingo 15 de marzo de 1903 entre el Vasconia y el “Irunés” (probablemente el Irún Football Club, fundado en 1902).
“A las cuatro en punto de la tarde se echó cara y cruz, para la elección del terreno, tocándole en suerte al equipo de Irún. Se dispuso que el partido durara hora y media, dividido en dos secciones de á 45 minutos. En la primera sección, el equipo de San Sebastián hizo un goal después de una lucha titánica. En la segunda sección, los dos bandos defendiéronse con mucha tenacidad, no logrando hacer ningún goal. Ambos bandos se distinguieron mucho, especialmente el de San Sebastián por su habilidad y conocimiento del juego, y los de Irún en su poder y destreza.
El equipo de esta ciudad estaba constituido por los señores siguientes:
Goalkeeper (portero), Insausti; Back de la derecha, Mugartegui; Back de la izquierda, Artola (defensas); Half back de la derecha, Larret; Center Half, Antonio Albizu; Half back de la izquierda, Pablo Martínez (medios); Forwards de la derecha, Desbruéres (capitán) y Sena; Forwards de la izquierda, Gil y Del Valle; y Center fordward, Aurrecoechea (delanteros).
Después de reñidísima lucha, quedó vencedor el equipo Vasconia, de esta localidad, con un goal que consiguió apuntarse… causando las jugadas de los teams indescriptible entusiasmo en la concurrencia”.
En esta alineación ya hay jugadores que seguirán apareciendo en las siguientes etapas del periodo de gestación y en la Real Sociedad, como dijimos al hablar de su nacimiento.
Tres semanas después, el 5 de abril, los jugadores del Vasconia superan un nuevo reto con nota, al derrotar, sobre la pelouse del Country Club de Biarritz, al Biarritz Stade por un contundente 3 a 7.
La vida del Vasconia Foot-ball Club es efímera. No va más allá de lo que hemos visto. Pero las iniciativas no cesan y lleva tiempo gestándose algo mucho más grande, que será un antecedente importante en la historia de la Real Sociedad.
En El Pueblo Vasco del 18 de octubre de 1903, Gil Baré, abrumado por el mal tiempo, reflexiona sobre el momento que vive el deporte en la ciudad, en su columna “Sport”.
“Yo recuerdo que el invierno pasado [1902] recibí una circular en la que se me convocaba á una reunión que tenía por objeto organizar en San Sebastián una sociedad cuyo único fin era el fomento de todo género de sports. Recuerdo también que se celebraron dos ó tres reuniones á las que asistí, que se nombró una junta directiva, y comisiones para los diversos ramos de que iba á constar la sociedad; en fin, que reinó un entusiasmo entre aquella numerosa juventud que acudía puntualmente á las sesiones, que por un momento me hizo creer que de allí iba á salir mucho bueno. Tanto es así que ya se hablaba de emitir acciones, de comprar terrenos donde tendrían lugar todos los sports conocidos… y qué sé yo cuantas cosas más”.
Gil Baré se lamenta del tiempo transcurrido sin noticia alguna “de una idea que con tanto calor se tomó al principio” y termina su columna preguntándose: “¿Qué se hicieron aquellas personalidades que prometían subvencionar espléndidamente á la naciente sociedad y aquella falanje de animosos jóvenes iniciadores de grandes empresas? ¿Sería todo aquello fantasía pura, proyectos que nacieron sin vida? ¿Desmayaron ya los directores de la gran idea?, ó por el contrario, ¿la cosa no está olvidada y va á realizarse? Tienen la palabra los iniciadores de la “Sociedad del fomento del sport en San Sebastián”.