Un gran equipo… sin alma

Tiempo de lectura: 4 minutos
1928. Trino, Arrillaga, Cholín, Luis Pradera (Presidente), Martín Marculeta, Kiriki, Izaguirre, Paco Bienzobas, Ignacio Otaño (Directivo). Agachados: Amadeo, Mariscal, Yurrita y Txomin Zaldúa.

El Barcelona había ganado a la Real Sociedad 4 a 1 en el campo de Les Corts, de la ciudad condal, y así titulaba la crónica del partido El Mundo Deportivo, dos días después, el 14 de febrero de 1929. Hace casi cien años, ¡un siglo!: “Un gran equipo… sin alma”.

De un tiempo a esta parte, este gran equipo nos está dando una de cal (Valencia, Girona, Sevilla, Barcelona, Ajax o Betis) y otra de arena (Rayo, Alavés, Niza, Anderlecht, Osasuna o Celta); y, cuando toca la de arena, el alma vuelve a aparecer en los titulares de los medios: “La Real gana un partido sin alma en Belgrado” (El País), ¡sin alma!, incluso ganando, o “Una Real sin alma cae en San Mamés” (Cadena SER).

Hoy traigo a este blog la crónica de aquel partido, firmada por Juan Coma, porque veo en ella demasiadas actitudes reconocibles en nuestra realidad, por si puede contribuir a la reflexión que ya pedía Oyarzabal tras la derrota en San Mamés: “… no estamos siendo nosotros mismos. Igual hay que echarle un ojo desde el inicio, desde cómo lo planteamos, desde cuál es la idea que tenemos desde dentro e intentar hacer todos autocrítica”.

“Un gran equipo… sin alma

Pocos equipos españoles han logrado, en el transcurso de los años, mantener y aún acrecentar el grado de admiración y respeto que siempre se le guardó a la “Real Sociedad”, en Barcelona.

Equipo formado casi siempre por muy notables jugadores, ha sido rarísimo encontrar en él la más ligera incorrección. Nobles, simpáticos, excelentes deportistas, su paso por nuestros campos se ha visto siempre con agrado.

Pero a este equipo tan ponderado, de tan excelente escuela, de tan perfectos deportistas, yo le he encontrado a faltar siempre un alma. Esa alma, ese empuje, ese brío de los equipos norteños, que es, aparte de su bien jugar, su principal característica, no las han tenido nunca los equipos de la “Real Sociedad”. Por lo visto, su preocupación mayor ha sido la de admirar a los públicos por las bellezas de su juego reposado, mayestático, casi perfecto, que me ha hecho recordar no pocas veces el de los “pross” británicos.

“Irún”, “Arenas” y “Athlétic”, de Bilbao, han sido, muchas veces, inferiores, técnicamente, a la Real de San Sebastián. Pero en tanto que éste raras veces llega a la final del campeonato de España, los equipos de los otros clubs citados, es raro pasen dos años sin jugarla.

Y es que hay que repetirlo una vez más y cuantas fuere preciso. No basta construir buen juego, hay que saber rematarlo. A nada práctico conduce combinar primorosos avances en medio campo, si al llegar a la línea de defensa no se sabe darle fuerte y colocado al balón.

Recuerdo a este propósito, un partido, que viene ahora como anillo al dedo y del que fue víctima esta misma “Real Sociedad”, que yo mucho admiro, pero cuyo sistema reputo funesto.

Era a primeros de abril del año pasado. Empatados el “Arenas” y la “Real”, hubieron de jugar un encuentro de desempate en Madrid. Casualmente me encontraba en la Corte, y fue para mí motivo de satisfacción inmensa presenciar la lucha entre los dos colosos norteños. Deciros lo bien, lo hermosamente bien, lo divinamente bien que jugó la “Real” el primer tiempo de aquel partido, me es imposible. Pocas veces me ha sido posible presenciar una tan bella exhibición. ¡Qué primor de jugadas! ¡Qué finura de estilo! ¡Qué prodigio de pases, de improvisaciones!

… Pero qué pocos peligros serios para el veterano Jáuregui, defensor del marco del “Arenas”. Escasos fueron los schoots que a él llegaron, pero uno fue tanto y terminó el primer tiempo con el resultado de 1 a 0 para los del San Sebastián.

Reanudóse el encuentro y apareció un “Arenas” de campeonato de España. Un “Arenas” fuerte, duro, arrollador, imponente. Ni tácticas, ni técnicas. Alma, coraje, valentía, amor propio. Y el equipo de maravilla de la “Real Sociedad”, el equipo de los prodigios de estilo, de los bordados insuperables, fue acorralado, fue dominado y vencido por 2 a 1 por un “Arenas” que supo construir un juego bien sencillo, sin complicaciones, ni dibujos, pero en el cual vivraba [literal] un nobilísimo deseo de vencer y un espíritu de equipo y un alma tan grande, que tornó a sus hombres [en] gigantes.

¿Recordáis, lectores, el partido de ayer tarde? En el primer tiempo, vimos un fútbol agradable, bello en muchas ocasiones, pero sin mucho nervio, con no poca parsimonia… La “Real”, sus jugadores, digo, estaban encantados. Se desenvolvían con su proverbial corrección, con su característica bondad. Fue preciso que el “Barcelona” les marcara su segundo tanto para que despertaran de su semi letargo y nos dieran unos momentos de fútbol emotivo. Pero ya era tarde. Nuestros campeones, en plan de ataque son algo muy serio, y la “Real” no tardó en verlo y comprobarlo.

Con delanteros schootadores, con gente con alma y temple para ir al remate, los donostiarras pudieron marcar en el primer tiempo. Se entretuvieron en dibujos tan bellos como ineficaces y cuando quisieron, ya no había de qué. Fue preciso que Más –ayer el hombre que actuó con mayor acierto y regularidad– fallara, para que el tanto que hemos dado en llamar del honor fuese marcado, a boca jarro, por Kiriki, de pase de Alcorta (Chollín)».

Firma: Juan Coma

Si habéis tenido la paciencia de leer esta crónica, de un tiempo que parece tan lejano, veréis que hay en ella una interesante reflexión, que resulta hoy, al menos, reconocible, y que puede contribuir a la que pedía Oyarzabal.

La locución completa que he utilizado al comienzo es, “una de cal y otra de arena, hacen la mezcla buena”. Que así sea, pero para que tenga la consistencia necesaria, además de jugar bien, probablemente tendremos que afilar el colmillo.

2 respuestas a «Un gran equipo… sin alma»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *