Real Sociedad, 3; Real Madrid, 0
El centrocampista antxotarra Amadeo Labarta fue ejemplo de lealtad y dedicación a la Real Sociedad. Lo que ahora se ha dado en llamar un one club man. En 1952, con 257 partidos a sus espaldas, en diez temporadas, siendo tres veces internacional y, otras tres, campeón de Gipuzkoa, el club le dio cobijo en Atotxa, como cuidador, jardinero y conserje. Amadeo vivía con su familia en un pequeño piso encima de las taquillas del campo.
Con motivo del partido del Centenario de la Real Sociedad, que el equipo iba a disputar contra el Real Madrid en Anoeta, Iñaki Izquierdo entrevistó en El Diario Vasco (15-08-2009) al mítico Alfredo Di Stéfano, entonces presidente de honor del equipo blanco y Tambor de Oro donostiarra.
Al pedirle si recordaba alguna anécdota de sus enfrentamientos con la Real, la saeta rubia le respondió rápidamente, después de pensarlo un segundo: “La Real Sociedad… era un equipo bronco, difícil. Jugábamos en el otro campo, en Atotxa. Lo que más recuerdo, el más importante en su táctica, era el mayordomo, el hombre que cuidaba el campo. ¿Cómo se llamaba? ¡El tuerto! (se refería a Amadeo Labarta, que había perdido un ojo en la Guerra Civil). Era el mejor, ¡cómo regaba el campo! Inundaba el césped en las partes que pensaba que más nos podía perjudicar a nosotros, en el centro, por las bandas, para que nosotros nos quedásemos varados”.
Don Alfredo, conservaba el recuerdo de aquel partido que jugaron en Atotxa el 17 de marzo de 1957, en un día espléndido, soleado, que, efectivamente, presentaba un centro del campo embarrado –Amadeo había regado–, “pero con hierba y seco en los lados”, cuenta la crónica de la Hoja del Lunes (18-03-1957). Nadie vio inconveniente alguno para que se diera el pitido inicial.
El campeón de Europa venía de ganar al Niza, tres días antes, en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa por 2 a 3, con dos goles de Di Stéfano y uno de Joseíto. Sin embargo, aquella tarde primaveral, la Real fue muy superior a lo largo de los 90 minutos –continúa el cronista de la Hoja del Lunes–. “El Madrid se entregó pronto ante la superioridad física de los donostiarras, que realizaron sobre sus hombres más destacados un férreo, duro y pegajoso marcaje, que bien pronto los inutilizó. Kopa y Di Stéfano, sobre todo, enseguida se desentendieron y dejaron para los demás el peso del partido. Pero éstos también, especialmente en el segundo tiempo y sobre todo después del segundo gol realista, optaron por imitar a los “astros” y fue así que la Real se superó y llegó a hacer incluso un pequeño “baile” en los diez últimos minutos del encuentro”.
Concluye el cronista que “no hubo más equipo sobre el campo que el donostiarra”, ante “un Madrid totalmente entregado”, que “hizo el ridículo”. “De manera que el flamante campeón de Europa, se nos quedó inédito esta vez. Y no digamos sus “astros”, Di Stéfano, Muñoz, Mateos, Gento, incluso Kopa que, sin embargo, fue, de los delanteros, el más pundonoroso y el que con más serenidad aceptó la derrota”. Un 3 a 0, con dos goles de Ucelay y uno de Paz.
La prensa madrileña destacada corrobora lo dicho por la opinión local. Ramón Melcón, escribe en El Alcázar: “El Real Madrid ha perdido esta tarde un partido que ha jugado mal. Nadie puede discutirlo, ni nadie tampoco podría reconocer en aquel equipo azul –pues hoy salió el Madrid a Atocha vestido con su uniforme azul–, que se movía dificultosamente en el encharcado terreno de Atocha, al gran campeón de Europa. Ni siquiera al Real Madrid de otras tardes en que, aun haciendo un fútbol defectuoso, da muestras de su indudable clase”.
Para Fragoso, en Marca: “La referencia al barro, como atenuante, sirve, pero no como justificación, ya que los azules –hoy ha jugado el Madrid con camiseta y pantalones de este color– han estado muy por bajo de su clase, de sus ases y de lo que el público esperaba del casi seguro vencedor de la Liga. Desde el principio al fin, los muchachos de la Real han superado a sus contrarios, que no solo fueron incapaces de practicar un relativo juego sobre el fango, sino que ni lo intentaron, en una actitud abúlica y desganada, que comenzó siendo característica de la delantera para irse contagiando al resto del equipo, hasta ofrecer unos minutos finales realmente penosos, como si aquellos once hombres fueran la sombra espectral de los vencedores en Niza. La pelota se la llevaban hacia delante los que más empujaban, los que más corrían, los que más entusiasmo y corazón ponían en la pelea, y éstos no eran otros que los chicos de Artigas”.
García Baró, en Ya, aplaude a la Real: “Quienes hayan ido a ver jugar a Di Stéfano se encontrarán luego con que no han visto jugar a Di Stéfano apenas, ni tampoco gran cosa a Kopa, etc. Gento abdicó su sitio en muchas ocasiones, sin atender siquiera a Muñoz, quien le pasaba incluso a donde debería estar y no estaba, a ver si profundizaba más. No se pueden sacar mayores cantidades de ilusión, de ganas, de cuerda, incluso de juego –siempre en las condiciones dichas– que las que pusieron los donostiarras. Y en este orden de cosas su partido fue magnífico”.
A pesar de todo, al finalizar el partido, en el vestuario del Madrid estaban que fumaban en pipa. Se oyeron voces airadas y frases indignas para cualquier deportista, que el cronista de La Voz de España (19-03-1957) quiso dejar en el teclado de la máquina, “para no “meneallo” más”. Como recordaba Di Stéfano, toda la culpa de lo que había sucedido en el terreno de juego era del “mayordomo”, de Amadeo, “El tuerto”.
“¿Pero ha habido partido…?”, contestó Villalonga –el entrenador– a una pregunta sobre el encuentro, explayándose a continuación declarando que “la Real estaba peor que nunca, que no tenían ni idea de lo que era fútbol, que todo había sido 22 señores pegando patadas a una cosa que parecía un balón”, y otras cosas por el estilo. Y, “si nerviosos estaban los jugadores, aún les superaban los directivos”, que se dedicaron a presionar al árbitro, Blanco Pérez, para que hiciera constar en el acta las “condiciones” del terreno de juego.
Blanco Pérez cedió y fue la primera vez que un árbitro de fútbol comunicaba oficialmente el “enlodazamiento” de un terreno de juego. Inmediatamente el Comité de Competición tomó cartas en el asunto, emitiendo el siguiente comunicado:
En la misma reunión, el Comité de Competición decidió amonestar e imponer multa máxima a Ucelay, por practicar juego peligroso; y a Elizondo, por pérdida deliberada de tiempo.
Y Florentino solo tenía diez años, recién cumplidos.
Nota: Carlos Fernández Santander en «El fútbol durante la Guerra Civil y el franquismo» dice que «la FEF multó a la Real Sociedad por haber regado el campo» (pág. 151). Como ha quedado claro, no llegó a tanto. Fue amonestada, que no es poco.
Partido glorioso contra el RM de Diestefano y artículo perfecto para recogerlo. 1957 yo recien nacido