El origen de algunos términos utilizados en la fútbolsfera da para contar curiosas historias. Ya lo vimos hace tiempo con el de la chilena, o chorera, y hoy lo vamos a ver con el de volante.
Es habitual leer y escuchar en las secciones deportivas de los medios, referencias a Martín Zubimendi como “el volante donostiarra” o “el volante de la Real Sociedad”. Todos sabemos que lo hacen por su posición en el campo. Martín es un centrocampista que juega delante de la zona de contención, clave para armar la columna vertebral del equipo de Imanol; para mantener la posesión del balón, ofreciendo siempre soluciones a los defensas y al portero para superar la presión del contrario en la salida; jugador por quien pasa la ocupación de espacios defensivos, pero también buena parte del peso en la creación del juego; atento siempre al robo y recuperación de balones para luego salir conduciendo, dando al equipo equilibrio entre la defensa y el ataque. Un futbolista de mucho talento, tácticamente sobresaliente, un peón de brega que, con garra y gran capacidad de trabajo, despliega su juego por todo el campo. En fin, cualidades que reúne un buen volante de contención o de recuperación, que dicen los que saben.
Pero, por qué decimos volante. ¿Tiene algo que ver con la capacidad de estos centrocampistas para conducir al equipo? ¿Tendrá que ver con su posición táctica en el terreno de juego?
Para conocer cuál es el origen del término, quién fue el primer volante de la historia del fútbol, tenemos que remontarnos hasta comienzos del siglo XX, cuando llegó al mundo Carlos Martín Volante Estevano, concretamente el 11 de noviembre de 1905. Hijo de inmigrantes italianos, nació en Lanús, provincia de Buenos Aires, a solo unas manzanas del estadio del equipo ‘granate’, conocido como la Fortaleza.
Pronto empezó a jugar a fútbol en los baldíos de la zona y su calidad innata le abrió las puertas de acceso a las categorías inferiores del equipo de su ciudad natal. En 1924, con apenas 19 años, debutó en el primer equipo del Lanús y con él en primera división. Aunque solo pudo defender aquella camiseta en once ocasiones, hasta 1926, pues tuvo que cumplir con el Servicio Militar, lo que cortó año y medio su carrera como futbolista.
A la vuelta lo hizo en el Club Atlético General San Martín, un club del amateurismo ubicado en el partido homónimo del Gran Buenos Aires, marcando ya la que sería una de las características de su carrera, una continua peregrinación de club en club, como si fuera un futbolista-itinerante. Su primer equipo profesional fue Platense, en el que jugó 97 partidos entre 1927 y 1930, con el que se consolidó como gran jugador.
En aquel tiempo, en Argentina, salir en la portada de la revista ‘El Gráfico’ era todo un hito para cualquier deportista y él lo consiguió el 17 de mayo de 1930. Sobre su fotografía se puede leer: “Carlos Volante, el incansable y valioso centre half de Platense, team que encabeza el campeonato”. Platense no lo ganó, pero Volante brilló y dejó una gran huella en el equipo, que le llevó a debutar con la selección argentina.
Luego pasó fugazmente por San Lorenzo; hizo una extensa gira por América con Vélez Sarsfield, hasta abril de 1931; y, entre junio y agosto de aquel año, quizá para no perder la forma, jugó ocho partidos con Excursionistas de Belgrano.
Lo que Volante no sabía era que su nombre ya comenzaba a sonar en el viejo continente. Visto y no visto, cruzó el charco para jugar en Italia en la temporada 1931-32, convirtiéndose en el primer argentino en vestir la camiseta celeste del Napoli, primer paso de una historia que, con el correr del tiempo, Maradona se encargaría de llevar a la eternidad.
Su trayectoria italiana continuó en el Livorno (1932-33) y el Torino (1933-34), pero el clima de la Italia fascista pronto se hizo irrespirable. A mediados de 1934, Mussolini decretó el reclutamiento de los extranjeros, hijos de italianos, que residían en el país. Carlos Volante no estaba por la labor y como se había casado con una aristócrata italiana, familiar de un diplomático, aprovechó algunos contactos para huir a Francia.
Ya en tierras galas, fichó por el Stade Rennes (1934-35), para posteriormente jugar con el entonces Olympique Lillois, hoy Lille (1935-37) y, cuando la Segunda Guerra Mundial ya tocaba a la puerta, en el Athlétique de París (1937-38). Seguía cambiando de equipo, como correspondía a un futbolista itinerante, a un trotamundos, sin embargo no estuvo de paso por Europa, ya que fue titular y protagonista en casi todos los equipos en los que jugó.
Pero Carlos Volante quería volver a Argentina y aprovechó el Mundial de 1938 que se disputaba en Francia, para contactar con el único país sudamericano que había viajado. Aunque no está claro el rol que tuvo en la selección brasileña, es mayoritaria la versión que sostiene que fue masajista. Desde el entorno familiar de los Volante lo confirman, y añaden que quien le consiguió el puesto fue un joven nadador brasileño de origen belga, con quien el futbolista habría hecho amistad en París: Joao Havelange. Lo cierto es que, acabado el mundial, Volante viajó a Brasil con los jugadores de la canarinha y que fichó por el Flamengo en 1939.
En los entrenamientos, futbolistas y dirigentes brasileños advirtieron no sólo su calidad y desempeño aguerrido, sino también que el fútbol que desplegaba en el centro del campo era toda una novedad. Con su juego cooperativo, fue el precursor del centrocampista que juega como eje del equipo, nexo entre defensores y atacantes. Volante se había adueñado de una nueva función táctica en el terreno de juego. Rápidamente se convirtió en capitán y estrella del Flamengo, equipo con el que vivió su época de gloria. Con su aportación, el ‘mengão’ cautivó con su fútbol y fue campeón en tres ocasiones, 1939, 1942 y 1943, año en que colgó las botas para retornar a Argentina, a la vieja casona de Lanús que le vio nacer.
Es aquí donde encontramos la respuesta a las preguntas que nos hacíamos al comienzo sobre el origen del término volante.
En agosto de 2019, Felipe Soutinho, del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF), envió un escrito a sus colegas en el que decía: “Según una fuente brasileña que me merece respeto, parece que la historia de Volante –que era un número 5 al viejo estilo, más defensivo que otra cosa– es cierta. El técnico de Flamengo que empezó a usar esa terminología sería Flávio Costa, que después dirigiría a Brasil en el Mundial 1950. El jugador al que le pidió que jugara ‘de volante’ sería Modesto Bría, un paraguayo que llegó a Flamengo en 1943 justamente para reemplazar al argentino, ya veterano. Más que definirle una función técnica, Flavio quería decirle a Bría que jugara con la garra de Volante, que se entregase totalmente, algo muy característico en aquellos jugadores argentinos y que entonces les faltaba a los brasileños. El término ‘volante’ se impuso por la popularidad de Flamengo y porque Costa era el técnico de mayor prestigio hasta el Maracanazo, cuando cayó en desgracia. Años más tarde, en los años 60, quien habría traído el término a Argentina sería el brasileño Osvaldo Brandão, que dirigió a Independiente en 1961 después de haber entrenado, entre 1945 y 1960, a Corinthians, Palmeiras, Santos y la selección de Brasil”.
Otro investigador del CIHF, Sergio Pittis, ‘Serginho’, agregó al informe de Soutinho: “Yo conozco la historia un poco distinta. Es cierto que se empezó a utilizar ‘jugá como Volante’ en referencia al estilo de ese jugador argentino, pero fue una expresión que surgió en la prensa, no de un técnico de Flamengo”.
En cualquier caso, haya surgido de un entrenador o del periodismo brasileño, o haya sido para pedir la garra y entrega de Carlos Martín Volante, su manera de jugar o su ubicación en el terreno de juego, lo cierto es que el origen del término volante está en el apellido de este futbolista argentino, de larga pero olvidada trayectoria, que le dio nombre a una posición en el campo. Ese “jugá como Volante” derivó en “jugá de volante”, y es por eso que hoy, leemos que Martín Zubimendi es el volante donostiarra, el volante de la Real Sociedad.
Después de una carrera menos exitosa como entrenador, Carlos Volante volvió a Italia con su familia, donde falleció el 9 de octubre de 1987 en Turín. “Es una historia increíble, la contamos y muchos no nos creen”, ha dicho desde Salta una de sus bisnietas, Gabriela Volante, heredera del apellido más desconocido, pero más utilizado en el fútbol.